13 (SPANISH)

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Kongpob salió del cuarto de baño con unos pantalones holgados como única prenda de ropa.

Acababa de ducharse y, tras limpiar las heridas abiertas lo mejor que había podido,  se dispuso a terminar de curar sus heridas.

Todo ello mientras gruñía y murmuraba, en voz baja, contra cierto trabajador de su empresa.

Un trabajador que, con una sonrisa y dos hoyuelos, había encandilado en un sólo día a una camarera, al jefe del restaurante y a un cliente...

Sobretodo a ese dichoso cliente, que no había podido mantener sus manos lejos del cuerpo del joven.





FLASHBACK...

- "Entonces todo está dispuesto, sólo falta quedar mañana para firmar el acuerdo" - comentó Kongpob mientras cerraba la carpeta y sonreía al hombre de mediana edad que, con expresión alegre, asentía desde una de las sillas colocadas en torno a la mesa de negociaciones.

Una mesa sin duda enorme para tan sólo tres personas.

"Aunque...quien soy yo para opinar", se dijo Kongpob mientras recordaba su propia sala de reuniones. Una sala con una mesa enorme que, como mucho, era utilizada por la mitad de las personas para la que estaba destinada.

Una pérdida de dinero, pero...

"Las apariencias son la clave", pensó el joven mientras recordaba a su propio padre, sentado en su propio despacho y tras una mesa que bien podría ser ocupada por los trabajadores de toda la planta.

Kongpob suspiró para, inmediatamente, mirar hacia Arthit.

El joven estaba cerrando su propia carpeta mientras esperaba a que el ordenador terminara de apagar el programa de presentaciones.

"Hmmm... para no haberlo preparado antes... tengo que aceptar que no lo ha hecho nada mal"

Algo que, aunque no quisiera admitirlo, le generaba sentimientos encontrados.

Por un lado le cabreaba el hecho de que su plan... su bien trazado plan para avergonzar y herir a Arthit no hubiera surtido efecto.

Y es que ni siquiera la salida con Namtarn  había tenido el resultado que esperaba...

Celos.

Rabia.

Impotencia.

Arrepentimiento.

Éso era lo que había querido generar pero, por el contrario, Arthit había acabado disfrutando de un helado cortesía de la camarera... de unos vales gratuitos para ir al restaurante cuando quisiera y que le había entregado, en mano, el propio dueño del local...

- "Es para disculparnos por el lastimoso accidente..." - había dicho el joven que, con una leve expresión avergonzada, se había acercado tras escuchar el sonido de los platos y de la mesa al volcarse.

¡Ya, claro!

"Para disculparse...", pensó Kong irónicamente mientras dejaba escapar una leve risilla sardónica, "¡entonces tal vez debería habérmelos dado a mí!".

Y es que ni uno... 

Ni siquiera uno le había dado...

¡Y el que había tenido el accidente era él...ÉL, NO ARTHIT!"

"Pero de que me extraño...", se dijo mientras observaba el rostro del joven, su piel blanca, sus ojos negros y grandes, su expresión alegre y, a veces, hasta aniñada...

AN ETERNAL LONGINGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora