Capitulo IV: Dulce Vida

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No pude dormir bien anoche. Siento mi cuerpo cansado,pero estoy tan emocionado por darle aquella poesía que nome preocupa. Siento que va a ser un gran día y aún estoymuy nervioso.

 
—Bladen, si estás allí, quiero escucharte —dije en vozalta.
—Oh, eres tú de nuevo. Supongo que vienes a culparmeo pedirme que te aconseje.
—Sí, ya que tú fuiste el de la idea.
—Bueno, solo tranquilízate y habla con ella, cuandotermines entrégale la carta.
—Ok, trataré de calmarme y veré que puedo hacer paradistraerme. 

Aún me siento cansado, menos mal que he llegadotemprano y el salón está vacío. Voy a dormir un rato. 

Unos minutos más tarde...

— ¡Hey, alumno!, ¡DESPIERTE!Se escuchó una voz a lo lejos, no sabía si era un sueñoo la realidad, abrí los ojos y el profesor me mirabaatentamente.
 —Este es un claro ejemplo de alumnos que semadrugan estudiando, ¿cierto? —articuló el profesor deforma sarcástica.
—Disculpe profesor, no volverá a pasar —respondí unpoco incómodo.
 —Eso espero, a la próxima lo boto, pues usted havenido a estudiar y no a dormir.

 El salón se llenó de carcajadas y me sentía másincómodo a cada instante, fue cuando volteé la mirada yme di cuenta que ella me observaba; mi corazón empezó alatir más, solo atiné a mirar la pizarra y quedarme callado,pues la vergüenza invadía mi interior.

—Bladen, ¿qué hago ahora? —exclamé en mi interior.
 —Tranquilo, algún día te iba a pasar. No te preocupes,sigue atendiendo y espera a que todo se calme.
 —Ella pensará que soy un tonto, ¿verdad?
 —No, tómalo con calma y verás que todo saldrá bien. Confía en ti y acertarás amigo.
Esperé hasta la salida, algunos murmullos a míalrededor me hacían sentir aún la vergüenza.
 —Hola Selina, ¿vamos juntos hasta el paradero? —expresé en tono seguro.
 —Ok, vamos.—Y... ¿qué tal las clases?—Bien, me parece interesante aprender cosas nuevas.

Sentí que a ella no le importó mucho que me quedaradormido, no es de las personas que preste mucha atenciónal qué dirán las personas. Hasta que llegó la pregunta.
 — ¿Por qué te quedaste dormido?
 —Bueno, ayer me quedé hasta tarde y no pude dormirbien.
—Ah, ya veo. No tienes que sentir vergüenza, pues acualquiera le puede pasar —respondió con una sonrisa.
 Ya casi era la hora de despedirme y tenía que entregarlelo que le había escrito.
—Selina, quiero entregarte esta carta. Sé que no esmucho, pero tiene un gran significado para mí, espero teguste. Cuídate mucho.
—Oh, gracias. La leeré de camino a casa.

 Me sentí más calmado. Ya había pasado el momentotenso y, a pesar del mal día que había tenido, ella supocómo embellecer mi día con su sonrisa. Qué les puedodecir, lejos de la apariencia física, yo soy de los quevaloran más la sonrisa y los ojos de la persona que megusta. Muchas veces nos fijamos tanto en la apariencia queolvidamos la esencia, aquello que nos da la verdaderafelicidad. Supongo que por eso hay tantos divorcios. Muyaparte de no conocerse bien, algunas personas se dejanllevar por lo físico y dejan de lado el interior. 

Al despertar, en el camino fui visualizando diferentesreacciones que pudo tener Selina, ¿cuál de ellas pudo ser?

Al día siguiente


Al llegar a la entrada la encontré.
—Hola Bryan. Sabes, terminé de leerla y me gustómucho tu carta —dijo sonriendo Selina.
 —Hice lo que pude —respondí de forma tímida.
—Tienes un estilo muy peculiar, me agradó la poesíaque escribiste. Son pocas las personas que hoy en díaregalan una poesía —expresó con una mirada dulce.
 —Gracias, me alegra mucho que te gustara mi poesía.
 ¿Te gustaría ir a caminar un rato?
—Está bien, vamos.

 Y fue así que nos conocimos por dos meses seguidos, laamistad se hizo más fuerte y sin dudar nos sentíamos cadavez más atraídos, yo seguía regalándole poesías y ellaseguía sonriendo cada vez más y demostrando queteníamos alguna conexión. Es cierto, tuve que esperarmuchos meses para que pueda reforzarse más dicho lazo.Hasta que un día en la salida...

—Selina, tengo algo que decirte, pero quiero que meacompañes un rato a caminar por la playa, ¿te parece?
 —Claro Bryan. Bueno, aún es temprano, por ello acepto.
Ya en la playa me acerqué a ella y nos sentamos juntosen la orilla. Era el momento de demostrar el amor que letenía y enfrentar el miedo que me invadía, pues era ahora onunca.
—Selina, ¿quieres ser mi enamorada? —dije de formarepentina.

Sentí un frío que se apoderaba de todo mi cuerpo, vi sucara sonrojarse y traté de calmarme.
 —Bueno... La verdad me tomas por sorpresa, pero veoque eres un chico detallista... Sí, quiero ser tu enamorada.
 Sentí mi corazón estallar. No sabía qué responder, puesdespués de mucho tiempo encontré a la persona queconquistó mi corazón.
—Te quiero mucho Selina —declaré con una sonrisa.
 La tuve entre mis brazos por varios minutos, sabía queese dulce aroma y ese cálido abrazo demostraban el amorque ella me tenía y nos quedamos a ver el ocaso. Alllevarla a casa, vi que su padre estaba fuera, esperándola.
—Buenas tardes, señor.
—Buenas tardes. Selina no me avisó y espero no vuelvaa pasar, pues estuve muy preocupado por ella.
 —Mil disculpas, fue mi idea y no volverá a pasar. Mucho gusto conocerlo, me tengo que retirar.—De acuerdo, hablaré con Selina.
Fue nuestra responsabilidad no avisar antes, supongoque hice mal también por no preguntarle. En fin, son cosasque no se van a repetir.

 Al día siguiente


 Esperé a Selina en la puerta, quería irme junto a ella yhablar en el camino. A lo lejos la pude ver.—Hola Selina, estuve esperándote para ir juntos aclases.
—Oh, eso es dulce, pero sabes que es tarde, ¿verdad?
 —Tranquila, llegaremos a tiempo.
Antes de llegar al salón la abracé; no sé la razón, solosentí que debía hacerlo, ya iban a comenzar las clases,pero yo no quería soltarla, pues era tan cálida... Me sentíatan feliz y, bueno, ella tenía también la cara de felicidad, asíque tome su mano y nos fuimos hasta el salón.— ¡Llegan tarde! —exclamó el profesor.
—Disculpe profesor, no volverá a ocurrir.
—El dormilón del salón, no me sorprende verlo llegartarde y, al parecer, también contagia a su compañera —dijoen tono burlesco.
— ¿Podemos pasar?
—Sí, espero que no vuelva a suceder.
A pesar de que las carcajadas no dejaban de sonar, mesentía tan feliz que no me importaba la vergüenza; si latenía a ella cerca, mi mundo se centraba en los dos.Terminadas las clases, nos fuimos juntos al paradero.De repente y de no sé dónde, recibí una cachetada. EraRegina.
— ¿Por qué fue eso? —exclamé más extrañado queadolorido.
Ella iba acompañada de una amiga (a decir verdad nosabría decir quién era la persona que quedó mássorprendida por lo que acababa de suceder).
—Nada, disculpa no quise hacerlo —fue lo que alcanzóa decir Regina de forma nerviosa.
 —Bueno, no me esperaba esto. Tiene que haber algunaexplicación.
 —Solo te digo que no lo quise hacer, disculpa. Ya mevoy.
 — ¿Todo bien? —preguntó Selina.
 —Sí, todo está bien —respondí.
Luego de pasar un tiempo hablando con Selina, llegabala hora de la despedida. De camino a casa, me puse apensar la razón por la cual Regina me había lanzado esacachetada. Quizás fue porque ya no la acompañaba más opuede que sea porque se había enamorado de mí. No losé, creo que sería mejor preguntarle mañana. 

El reflejo de una vieja juventudWhere stories live. Discover now