Capítulo XIII: Problemas

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De camino a casa de Selina pensaba en cómo decirle asu papá que la llevaría a Francia, no sé si aceptaría, puesera algo apresurado. En fin, tuve que tranquilizarme.

—Buenas tardes, señor.
—Hola Bryan, ¿cómo has estado?
—Bien, gracias.
—Voy a llamar a Selina.
—No, espere. Quiero conversar con usted en privado.
—Está bien, ¿de qué se trata, muchacho?
—Humm, quiero viajar con Selina a París por unos días.
— ¿Y lo dices así de improviso?
 —Mil disculpas, espero que pueda comprender.
—Mira, mi hija se ha esforzado mucho en sus estudios ycreo que le vendría bien un periodo de descanso.
 —Yo también lo creo.
 — ¿Tienes el dinero suficiente?
—Sí, he venido juntando desde hace unos años y heaveriguado un tour que se acomoda perfecto.
—Ok, está bien. Cuida a mi hija mucho, ella ya es mayorde edad y puede tomar sus decisiones, pero eso no quieredecir que yo no intervenga. 
—Lo sé, de nuevo mil disculpas y gracias.
—Voy a llamarla, ¡Selina baja, ha llegado Bryan!
 —Ya voy...
 — ¿Cuándo piensan viajar? —preguntó con cara depreocupado.
—El sábado, a las 3:30 pm.
—Humm ok.
 Al verla bajar, mi corazón se aceleró como la primeravez que la vi. Se veía muy preciosa y su sonrisa...
—Hola, Bryan.
—Hola Selina, quiero hablar contigo.
 —Vamos a caminar y allí me cuentas.

En la calle 


—Dime, ¿de qué se trata?
—Quiero llevarte a París.
— ¿En serio?, ¡es una locura! —exclamó con su rostro muy contento.
 —Sí, ya hablé con tu padre y me dio permiso. Estesábado nos vamos a París.
—Aún no lo creo, gracias amor.
—Tratemos que sea el mejor viaje de nuestras vidas.

Estuvimos conversando toda la tarde. El tiempo se nosescapaba de las manos y, al momento de despedirme deella, su sonrisa seguía opacando cualquier constelaciónformada en el cielo. Faltaban dos días, era una locura enrealidad y yo no sabía cuánto tiempo me quedaba aún,pero eso no me importaba...yo solo quería tener con ellaun buen recuerdo. 

Sábado 1:00 pm. Llamada

—Amor, ¿estás lista? Ya estoy yendo a recogerte.
—Sí, ya estoy lista.
—Ok, en unos minutos llego.

Y esas fueron las últimas palabras que pude decirle...elreloj de arena que llevaba en siempre en mi bolsillo sedetuvo. Al pasar el semáforo, cerca del taxi en el que iba,un tráiler perdió el control y su conteiner cayó encima de mitransporte. Como es lógico, no sobreviví. En segundos,apareció Azrael. 

—Te llegó la hora, Bryan.
—Sabías que iba a morir justo hoy, maldito bastardo. 
—No aprovechaste esos días que te dejé estar con ella,estuviste tan entusiasmado en un viaje absurdo. 
—Y ¿qué pasara con ella? 
—Lo mismo que pasa cuando una persona se va,olvidarse de ti.
—Esto no debía pasar, no es justo.
—La vida no es justa, muchacho; sin embargo, tenemosque vivirla.
—Creo recordar que el trato dice que puedo existir comoalma; puedo sentir, mas no tocar. Quiero vivirla ya.
—No provoques más dolor en ti, es mejor que aceptes irconmigo ahora.
—No, quiero vivir el tiempo que yo desee así comoestoy.
—Bueno, solo te voy a decir algo que olvidé explicarte. Puedes estar todo el tiempo que quieras aquí, pero con eltiempo tus recuerdos se borrarán.
—No me importa, solo déjame aquí.
—Sí eso pides... Cuando estés listo, tienes que llegar alacantilado pasando el boulevard.
—Solo vete.


El reflejo de una vieja juventudWhere stories live. Discover now