El anonimato me otorga un arma peligrosa mediante la cual asalto letras y como un patrón cumplen sin recelo mi mandato. Hoy me cita el romanticismo y como un plebeyo exploró mis mejores odas y explota un contenido metafórico que hará sangrar lágrimas de paciones perdidas a un romántico empedernido. En ocaciones el hombre se pierde y queda absorto en sus pensamientos pues la infinidad de la memoria a veces permite trazar planos futuros de vidas poco realistas, incrédulo como si fuera ajeno a la realidad fabrique mi fantasía. Porque en mi vacío mental la brisa me sorprendió con el obsequio de una dulce fragancia delicada y suave, que como un inquilino renegado se negaba a abandonar mis recuerdos. Muy tarde comprendí que ese fue el primer paso para bautizarme como fanático religioso en el cual mi diosa es omnipotente en mi ser, Alma y voluntad. Me torné egoísta y fabricante de falacias pues manifestaba una actitud recelosa cuando labios blasfemos tenían la imprudencia de empaparce con las letras de su nombre y como fiel creyente me refugie en su misericordia pues aunque me diera el castigo de renegarme su belleza, fabricaria bocetos de su esbelto cuerpo regada por una cabellera oscura semejante a mis bajas pasiones pues robaba la silueta de un reloj de arena que se confundía con una una anatomía modesta y en su rostro dos reflectores de esmeraldas. Con una inocencia infantil que desconcierta al anciano más sabio me mofaba de mis ilusiones fugaces pero en el fondo del baúl de mis esperanzas la ignorancia se coibia ante su reluciente sonrisa tranquilizadora y la razón enrojece ante mi ingenuidad absurda. Entendí que perdí mi voluntad y el dominio de mi palacio pues inocentemente me dejé domar como una bestia salvaje con látigos de caricias y enjaulado en el calor de sus abrazos fui sumiso a su dogma. A pesar de ser ajeno a sus recuerdos batallaré mi devoción con otros fieles para que por misericordia mis letras tengan la dicha de rozar sus labios.