IRRISORIO

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¿Cómo se siente la privación de libertad? Bueno, empezamos por la abstinencia de mis sentimientos en busca de tu ser, de tu aliento, de tu calor. La oscuridad no siempre es cruel, no siempre es fría a veces te da un destello de luz como gotas de cordura a un maníaco. Perdóname pues en lo profundo de mi inconsciente te falté al respeto pero era tan lúcido que no distinguía si la ficción se disfraza de realidad. Permíteme puntualizar y relatarte lo que las horas posteriores al ocaso me ofrecieron como ofrenda a mi desespero ansioso de ti. En el prólogo perdí la luz y la conciencia, y como si fuese ajeno a mis acciones me encontré compartiendo mesa con mis amistades más añejas y rotando un tequila amargo de esos que raspan la garganta y desvanecen penas ¿qué más podría desear? Tenia amistad, alcohol y las melodías más precisas para el momento y de pronto, como un infante fingiendo ser adulto, me desplome pues me era imposible retomar mi postura y seguir. Al igual que la estrella guía a los pastores y los navegantes errantes de la misma manera tu recuerdo me guiaba a ti. En el camino caí, me arrastré, lastime mi piel para llegar hacia ti y sin más estaba a las afueras de tu palacio pero que ingenuo fui al creer que mi aspecto arapiento sería digno de tu corona real. Me dispuse a marcharme y perderme de nuevo en la oscuridad y como un presagio a mi favor a lo lejos te escuché llamar a mi nombre, una y otra vez. Gracias a tu bondad me permitiste entrar a tus dominios aún sin importar mi deplorable estado etílico me ofreciste el reposo que tanto ansiaba pero, al ver detenidamente mi alrededor todo rastro de belleza se esfumó lo bello se volvió cutre, mi lecho pasó de la de un rey a la de un moribundo pero mi pesadez lo agradecía y por un breve instante me esfume. Fue la primera vez que retomé la conciencia y el primer intervalo de dudas al distinguir lo cierto de lo incierto pero al igual que antes mi cansancio me devolvió a la fábula en la cual construía una felicidad fugaz. Regresé de nueva cuenta al lecho de mi reposo  donde todo seguía deteriorándose incluida la luz del lugar, justo cuando esta estaba por desaparecer por completo entraste a la habitación como un ser divino iluminada por una tenue luz que adornaba tu contorno y con una risa dibujada en tu rostro reposaste a mi lado y hablaste, mis oídos batallaban por escuchar tu voz pero era inútil, tu belleza dispersaba mis sentidos y me volvía inexistente y al igual que la primera vez solo logré distinguir el sonido de tu voz pronunciando mi nombre así que callé y me deje caer vencido en tu regazo y sentía el alivio de tu mano al revolotear mi cabello y en cada caricia de nueva cuenta la luz reiniciaba su desvanecimiento hasta que me encerré en la oscuridad una vez más. Estaba temeroso y claustrofóbico pues mis ojos no podían distinguir nada por la intensidad de la nada. Volviste a mencionar mi nombre una vez más tan cerca, tan próxima que podía saborear el aroma de tu cuerpo, mi corazón estaba por explotar, mi respiración se agitaba de sobremanera, mis manos se humedecían, mi razón temía y mi voz temblaba al escuchar "shh..." sin previo aviso como recompensa y Maná para los dioses pude sentir el roce de tus labios con los míos igual que la lluvia en un desierto, el agua para un sediento, la esperanza para un desamparado y como castigo repentino todo se me desvaneció. Era la segunda ocasión de mi desconcierto en donde la lluvia de interrogantes me sumergía en la duda de no discernir una dulce falacia de la cruel verdad entonces, y sin previo aviso, regresé. Entonces la luz echaba a la oscuridad a un recóndito lugar del cual saliste, ahora, de manera tal que mis ojos se deleitaban al reconocer tu figura semidesnuda cubierta de harapos que cubrían tu verdadera desnudez. Te acercaste a mi y me quedé inmóvil, sin reacción alguna pesando en lo irreal que era todo y así de inesperada como fue tu llegada también lo fue tu partida. Crecía nuevamente la oscuridad y regresaste como un astro de luz pero ahora con tus mejillas mojadas, con una voz quebradiza y llantos infantiles, te observé durante un largo tiempo en el cual al finiquitar todo me abrazaste y dijiste "lo siento pero tienes que regresar". Entonces el alba hacia presencia en mi ventanar y poco a poco mientras el sol bañaba la mañana toda duda se fue desvaneciendo y entonces lo supe, con una mezcla de felicidad, tristeza y misticismo, que a pesar de la belleza mostrada todo era el cruel resultado de mi sopor.

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