Cap. 24: nuevas historias

180 12 6
                                    

Todos tenemos un pasado, el de muchos es uno muy agradable pero aún así luchan por lograr lo que quieren, la vida no siempre tiene un curso fijo, nosotros podemos alternar las cosas, excepto... la muerte.
Tantas cosas pueden pasar, por una palabra, una platica, una mirada, una sonrisa, tantas cosas pueden cambiar el rumbo de todo, pueden desviar el destino y en la vida de muchos el destino lo cambió Amalia. Esa joven con carácter dulce y rudo cuando se debe, no se deja de nadie, aunque ella y su familia no están libres, al contrario, muchos quieres obtener algo que poseen pero nadie lo consigue, quieren el tesoro de esa familia pero... ¿cuál es ese tesoro?

La familia Abad está tratando de averiguar eso, de investigar lo que trae a todos los delincuentes más peligrosos detrás de esa familia ¿Qué ocultan? ¿qué planean hacer?

Habrán muchas cosas que los Abad no podrán descubrir y que ni la misma Amalia sabe, deben descifrar lo que pasa para poder luchar contra algo o alguien.

Pero nada está dicho, nada es sentenciado, el destino da vueltas, la muerte juega a su alrededor buscando la hora y el lugar perfecto para atacar. Todos ocultan cosas, unas más obscuras que otras, algunos guardan secretos que al ser dichos desatarán un huracán de problemas.

Nos da miedo ser felices, nos da miedo sufrir pero todo s parte de la vida, corazones rotos, lágrimas de sangre, muerte, nuevas vidas, debemos aprender a aceptar cada cosa para poder vivir en está vida tan cruel, no todo tiene un final feliz y debemos aceptar eso...

*Alexander Badía*

—No queremos,  pero debemos hacer esto cariño— trato de hacer una vez más entender a mi esposa la razón de los que pienso hacer

—¿Y qué pasará con Samanta? No podemos dejarla así nada más ¿con quién irá? ¿Y si ellos la capturan?— con cada palabra su voz se rompe más, las lágrimas mojan más sus mejillas y todo esto me hace sentir muy culpable

—No, ella estará bien,  con nosotros estará en peligro siempre. Nosotros queremos que estén a salvo y con nosotros nunca lo estará. Vamos... — me acercó y me pongo de cuclillas para poder llegar a limpiarse las lágrimas que caen por sus mejillas

—¿Podrán ellas solas?— levanta la mirada y con la tristeza impregnada en sus ojos,  me siento culpable y muy poco convencido de mi respuesta

—Sí, estarán bien— contestó con la voz tutuvenate

Subimos las escaleras con pasó torpe y mucha melancolía, en cada escalón pienso en una razón más para sentirme culpable, mis ojos se llaman de lágrimas cuando estoy parado frente a la puerta de mi hija, de esa niña inocente y pura, una pequeña com ese brillo en sus ojos sin tener ni idea de lo que pasa o de lo que le tocará vivir.

--¿Sam?-- llamo por ella con voz baja, pero escucho su repuesta y entonces decido entrar...

--¿Qué pasa?-- pregunta com su voz de alegría y esos ojos brillantes sentada en la cama mientras cierra el libro que tiene en las manos.

--Debemos hablar contigo-- hablo a la par de mi esposa mientras cierro la puerta.

Desviando el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora