Capítulo VIII

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Como si estuviera petrificado, se queda mirando al vacío que ha dejado Aitana enfrente de él, todavía con la puerta abierta y con la camiseta blanca arrugada dentro de su puño. Oye los pasos rápidos de la chica bajar por las escaleras de su bloque, tras mandarlo a la mierda. Tras decirle que no lo soporta, que no quiere verle más.

- Me cago en todo. – Cierra los ojos, aprieta los labios, y con un rápido gesto, se gira y da un puñetazo con todas sus fuerzas a la puerta de madera. - ¡Joder!

Grita, con rabia, sin control, mientras se estira el pelo con sus dedos. Los nudillos de su mano derecha sangran, pero no le importa. Nada le importa. Se odia a si mismo por ser gilipollas. Saca de su bolsillo derecho el móvil y busca la última conversación que tuvo con Carlos.

- Lo sabía...

Se maldice a si mismo mientras relee los mensajes que le envió a su amigo en ese momento de borrachera tras descubrir lo bien que se sentía con Aitana. Fue esa noche en la que descubrió que tenían una conexión especial, una especie de vínculo que los hacía discutir y los obligaba a reconciliarse. Una unión que provocaba que sin conocerla sentía que podía abrirse en canal con ella. Por eso esa misma noche tomó la decisión de romper ese vínculo y no dejar que creciera, porque no podía soportar mentirle en la cara. Por eso, al poco rato de llegar al piso, le dijo que prefería irse a dormir, aunque deseara seguir hablando y bromeando con ella. Se obligó a cortar el vínculo. Se obligó con todas sus fuerzas.

Pero no pudo evitar sentirse mal por ella. Y envió esos mensajes a Carlos.

- Si pudiera quedarme callado...

Vuelve a maldecirse. Lo había hecho por Aitana, únicamente por ella, pero no había servido de nada. Oye la puerta del edificio que da a la calle retumbar y entonces sabe que la chica ya ha salido del bloque. En un gesto brusco, tira la camiseta al suelo y empieza a bajar las escaleras de dos en dos, dispuesto a alcanzarla.

La ve cruzar la calle a paso ligero, abrazándose a sí misma por el viento que sopla a esas horas de la madrugada y que le hace tener escalofríos por todo el cuerpo.

- Aitana...

La voz ronca del chico a pocos metros de ella, la hace sobresaltar. Se detiene, sin girarse, y siente una especie de déjà vu, al recordar que apenas unas noches antes, era ella quien le gritaba a él por su nombre, esperando que se girara y la acompañara a casa.

Sacude esos pensamientos de su cabeza, y sin hacer ningún tipo de caso a Luis, sigue andando, camino a su casa.

- Aitana, por favor.

Con unas cuantas zancadas, Luis elimina los pocos metros que los separaban y la agarra suavemente del brazo, obligándola a detenerse y girarse.

- No quiero escucharte, Cepeda. – Trata de soltarse el brazo, inútilmente – ¡Déjame!

- Lo hice por ti. ¡Lo hice por ti, joder!

- Ah, ¿sí? – Aitana se voltea del todo, quedando frente a frente con el chico, que la mira directamente a los ojos - ¿Intentas que mi novio corte conmigo y lo haces por mí? Ay qué mono, que buena persona eres, por favor, te voy a hacer un monumento en el salón de mi cas...

- ¡Para! – Luis consigue detener las palabras sarcásticas de Aitana y aprovecha su silencio para hablar – La cagué, joder, y lo sé, no tendría que haberlo hecho. Pero no lo hice para joderte, Aitana...

Hace una pausa tratando de buscar las palabras adecuadas. No sabe cómo continuar explicándole porque envió esos mensajes, sin irse de la lengua. Sin traicionar a su mejor amigo. Resopla ante la mirada de incredulidad de la chica.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora