Capítulo XXIV

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El móvil vibra en el bolsillo trasero de su pantalón. Acaba de despedirse de los pocos compañeros de trabajo que todavía quedan en la redacción, y en cuanto cierra la puerta y la brisa fresca de octubre le da en la cara, suspira y coge el teléfono. En cuanto se ilumina la pantalla, inmediatamente se ilumina también su mirada y una sonrisa tonta se le escapa.

Es un mensaje de Luis. "¿Todavía trabajando? Por aquí se te echa de menos". Sin borrar la sonrisa del rostro, le responde que por fin ha salido y que en nada se planta en su casa. Había sido un día duro de trabajo, más largo de lo normal, pero a Aitana no le importaba. Sabía que en cuanto terminara su jornada laboral, estaría con él. Que podría volver a su refugio.

Como cada noche desde hacía tres días, desde esa mañana en que compartieron el momento más íntimo que habían vivido juntos. Desnudos en la cama y agarrados de la mano, Luis dejó que Aitana leyera sus pensamientos, letras y confesiones más personales. Se pasaron horas así. Y aunque el chico sentía los nervios correr por sus venas, en el fondo estaba tranquilo, por tenerla ahí, por poder, al fin, compartir lo que había jurado que nunca mostraría o recordaría. Ella lo había conseguido. Y mientras iban pasando páginas, los dos supieron con certeza que el vínculo que los unía se hacía más fuerte que nunca.

Aitana entendió que Luis había pasado por muchas situaciones difíciles y que probablemente las seguiría pasando, por la cruel y fiel acompañante que tenía, la depresión. Y aunque algunas de sus reacciones no las compartía, entendió que estaba luchando para ser mejor. El gallego no había dejado de pedirle perdón por lo que había hecho en el estreno de la función de Natalia y ella sabía que estaba realmente arrepentido. Por eso ya no lo tenía en cuenta. Al contrario, estaba dispuesta a apoyarlo y a ayudarlo en todo lo que estuviera en sus manos.

Mientras camina en dirección al piso de Luis, recuerda que tendría que pasar por su casa a buscar líquido para las lentillas, que ya se estaba terminando el bote pequeño que reposaba en el baño del gallego. Esos tres días los había pasado íntegramente en el apartamento de Luis, a pesar de las horas que tenía que trabajar. Al igual que su primera semana juntos, habían optimizado las horas libres para poder compartir con el otro todo el tiempo posible, hasta el punto en que Aitana durmió las tres noches en casa de Luis. Aunque él, cada noche, se ofrecía a llevarla en coche hasta su casa, para que durmiera ahí si le apetecía y no se sintiera obligada a quedarse, ella rechazaba la invitación. Lo que le apetecía era dormir con él. De hecho, se había traído el neceser y algo de ropa para no tener que ir haciendo viajes de casa en casa, pero ya se le estaban acabando las provisiones.

Aunque todavía puede aguantar un día más, se dice internamente. Y luego sonríe, ya ha llegado.

Llama al interfono e inmediatamente se abre la puerta exterior. Cuando sube, se encuentra la puerta de entrada medio abierta, como siempre.

- ¡Hola! – chilla contenta, todavía desde la entrada, mientras avanza por el pasillo. No recibe respuesta e insiste - ¿Luiiiis?

Su subconsciente le juega una mala pasada y no puede evitar asociar esa situación con la que pasó semanas antes, cuando entró en el restaurante Right buscando a Carlos, y nadie le respondía.

Llega al salón, con el ceño fruncido y aguantando la respiración, todavía con la esperanza de que le llegue la voz de Luis desde alguna estancia de la casa. Pero en cuanto ve lo que le está esperando, su rostro cambia completamente de expresión. Abre los ojos como dos platos y hace lo mismo con la boca, mientras se le escapa una sonrisa.

El salón no está más iluminado que por una serie de velas que se amontonan desordenadamente por los distintos muebles de la sala. Las dos más grandes son las que presiden la mesa, en el centro. En la misma mesa, hay una botella de vino, dos copas y dos platos humeantes de pasta, más concretamente, espaguetis a la carbonara. A su lado, apoyando todo el peso en una sola pierna y balanceándose, está Luis, vestido con su mejor camisa, y con una sonrisa tímida y nerviosa en la cara.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora