Capítulo XXIX

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Cuando Miriam recibió el mensaje se quedó en shock. A pesar de los años que habían pasado sin hablarse, no había llegado a eliminar su número. Estaba sola en el estudio de producción desde primera hora de la mañana. Aunque era sábado, había querido pasarse por ahí para retocar la maqueta de una de las canciones para el próximo álbum. Ni siquiera siendo fin de semana podía dejar de trabajar.

Lo primero que pensó es que había leído mal el nombre. Con el ceño fruncido y unos nervios traidores, volvió a leer las letras de la parte superior de la pantalla. "Luis Cepeda". Y, luego, hizo lo mismo con el mensaje: "Me gustaría hablar contigo. ¿Te apetece pasarte por mi casa?".

Su primer instinto fue querer borrar el mensaje. Todavía estaba enfadada con él. No solo le guardaba rencor por todo lo que le soltó durante esa cena en casa de Sabela, cuando se encontraron después de tres años sin saber nada el uno del otro, sino también por haberla apartado de su vida de esa forma tan bruta y sin explicación alguna. Seguía dolida. Para Miriam, Luis había sido su mejor amigo.

Pero no lo hizo. No pudo borrarlo.

Pasó todo el día metida en el estudio, tratando de concentrarse en el trabajo. No quería dejar de trabajar porque entonces los pensamientos tendrían vía libre para campar a sus anchas dentro de su cabeza. Y no podía permitirlo. Le dolía recordar todo eso.

No salió de ahí hasta que empezó a anochecer, con la cabeza a punto de explotar. El aire frío de la calle le vino bien para relajarse. La lluvia también. Por eso decidió volver a casa andando, bajo su paraguas.

Iba tan concentrada en sus pensamientos que cuando se dio cuenta se había pasado de largo su casa por tres o cuatro calles. Giró para reanudar su camino, pero entonces recordó el mensaje. Y pensó que el piso de Luis le quedaba cerca de donde se encontraba en ese momento.

Y sí, le picó la curiosidad. Tantos años esperando ese mensaje, ¿y ahora lo iba a ignorar?

Se acordaba perfectamente de dónde vivía Luis. Esos años atrás, había pasado muchas tardes ahí, pensando nuevos temas y tocando la guitarra juntos. Todavía echaba de menos esos ratos.

Con ese pensamiento melancólico llegó al portal del chico. Titubeó un segundo y reculó, buscando con la mirada algún comercio abierto donde comprar algo. Era casi la hora de cenar.

A los pocos minutos volvía a estar ahí, ahora con una botella de vino en sus manos. No tuvo que llamar al timbre porque se encontró la puerta principal abierta, por lo que subió automáticamente hasta su rellano.

- ¿Qué haces aquí? – suelta Luis, en cuanto le abre la puerta y se la encuentra ahí.

La pregunta la hace titubear por unos segundos. Su cara de sorpresa, más.

- Me has invitado tú.

- ¿Cómo te voy a invitar yo, Miriam?

Frunce el ceño, totalmente alucinando. Se fija en que Luis tiene la misma cara de incredulidad, confusión y algo de rechazo. Ella frunce todavía más el ceño.

- ¿Me estás vacilando? – suelta, bruscamente.

- No estoy para hostias, eh, Miriam – trata de cerrar la puerta, pero esta choca con el pie de ella.

- A mí no me cierras la puerta en las narices, chico. O eres sonámbulo y escribes mensajes sin enterarte, o realmente estás muy mal. – y tras una última mirada de odio, añade - Anda, a cascarla.

Se gira y empieza a bajar las escaleras, totalmente en cólera. Piensa en estampar la botella de vino a la pared, pero se contiene, sin saber cómo, y concentra su rabia en ese tío incapaz de actuar maduramente por una vez en su vida.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora