Capítulo XXIII

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El silencio inunda el salón por primera vez en horas. Aitana traga saliva, tratando de asimilar toda esa cantidad de información que había salido de la boca del chico que tiene en frente. Cuando unas horas antes llegó al apartamento de Luis pidiéndole que se abriera de par en par con ella, no se imaginaba que lo llegara a hacer tanto. Le había pedido conocerle, pues ahora ya lo sabía todo.

Mientras él le contaba toda la historia sobre cómo había llegado perder el control de su vida, Aitana le había escuchado atentamente y casi aguantándose la respiración. Luis lo había contado todo de un tirón, muy detalladamente, pero sin dejar espacio para ninguna pausa. Quizás si hubiera parado no habría sido capaz de continuar. Era la primera vez que lo contaba y no sabía cómo le afectaría verbalizar esos recuerdos.

Al acabar, coge aire y lo suelta lentamente. Se fija en Aitana, pero ella tiene la mirada clavada en su falda, donde reposan sus manos. En su cabeza, siguen retumbando las últimas palabras que había pronunciado Luis. "Solo quería que todo acabara". Vuelve a tragar saliva, pero esta vez, el nudo que se ha formado en su garganta se lo impide. Siente la mirada de Luis encima, pero es incapaz de levantar la cabeza porque sabe que entonces no podrá contener más el llanto.

- ¿Aiti?

La chica levanta la cabeza lentamente. En cuanto topa con los ojos brillantes de él, no aguanta más. Las lágrimas, una detrás de otra, empiezan a deslizarse por sus mejillas, sin cesar. Ella trata de cerrarles el paso, frotándose los ojos constantemente, pero es inútil. Luis le aparta las manos suavemente y luego recoge en su mejilla una de las lágrimas que se había escapado de los dedos ansiosos de ella.

- No pasa nada - le dice, tratando de tranquilizarla. Pero ella todavía rompe más a llorar. ¿Cómo es capaz de quitar importancia al calvario por el que había pasado? La enfermedad le había trastocado la vida, le había hecho perder cosas con las que había soñado desde pequeño, llevándoselo todo y dejando solo el sufrimiento y el dolor.

- No es justo, Luis - logra balbucear ella entre sollozos - No es justo.

Él le abraza y ella se deja abrazar. Permanecen así, en silencio y abrazados, durante varios minutos, hasta que la respiración agitada de Aitana empieza a minar. Es entonces cuando, más tranquila, se atreve a preguntarle cómo sigue la historia.

- ¿Y luego qué pasó?

Luis la agarra un poco más fuerte, y casi susurrando, continúa con el relato.

- Lo siguiente que recuerdo es despertarme en el hospital. Ana me contó que, afortunadamente, llegó a casa cuando yo todavía estaba semiconsciente, tumbado en el suelo, temblando frenéticamente y empapado de sudor frío. - Luis nota como Aitana se estremece entre sus brazos - Si ahora puedo contarlo es gracias a Ana.

La canaria llamó inmediatamente a una ambulancia, que se plantó ahí en pocos minutos, aunque a ella se le hicieran eternos. Entró en la zona de urgencias del hospital en un tiempo récord. Mientras le atendían, Ana esperaba en la sala de espera, junto a Carlos, la única persona a la que había llamado. Horas más tarde, los médicos les contaron que Luis estaba estable, que gracias a lo rápido que la chica había actuado, cuando intervinieron para el lavado gástrico todavía no había pasado una hora desde la sobredosis. Pudieron desintoxicarlo con éxito.

Aitana agarra con fuerza los brazos de Luis, dándose cuenta de que podría no haberlo llegado a abrazar nunca.

- No lo vuelvas a hacer, por favor - le suplica, sin poder evitar que las lágrimas vuelvan a brotar de sus ojos. - Por favor, Luis.

Él se aparta un poco para poder incorporarse y mirarla directamente a los ojos.

- Nunca más. Te lo prometo, Aitana.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora