Capítulo XXI

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Tras soltar la bomba, Carlos se aleja de Aitana con una sonrisa que a ella le parece de lo más hiriente. Mientras él se va, chocando con los hombros de las personas que se va encontrando por su camino, ella se queda ahí, en medio de toda esa gente, paralizada, tratando de entender qué coño acababa de pasar.

¿Brotes suicidas? ¿Luis se había intentado suicidar?

Se gira rápidamente, buscando con la mirada la figura corpulenta del que había sido su acompañante durante toda la velada, y lo encuentra, a lo lejos. Está relajado, con una sonrisa radiante en su rostro y hablando distendidamente con Roi, mientras sujeta dos copas, la suya y la que había ido a buscar para ella. Se le ve contento. Feliz

¿En serio se había intentado suicidar

En ese momento, sus miradas se encuentran y Luis, todavía con la sonrisa pintada en la cara, levanta una de las copas en dirección a ella, diciéndole con la mirada que en cuanto se pueda librar de las garras de Roi irá a traérsela. Pero cuando todavía tiene la copa en alto se da cuenta de que algo no va bien. Aitana no le sonríe de vuelta, ni siquiera un poco. Está pálida, seria y las piernas, en lo alto de esos talones vertiginosos, se tambalean ligeramente. Algo ha pasado.

Corta apresuradamente el discurso de Roi y se acerca a la chica lo más rápido que puede, esquivando copas, invitados, amigos y camareros.

- Aiti, ¿estás bien? – la sujeta por los brazos, suavemente, pero consiguiendo que sus piernas dejen de temblar.

- ¿Te has intentado suicidar?

Y estalla la segunda bomba de la noche. Luis se despega de Aitana, deja de agarrarle los brazos, y se ve obligado a apartar la vista de sus ojos, que lo observan con angustia, inquietud... y pena.

- ¿Cómo...? – no le hace falta acabar de formular la pregunta, porque la respuesta se le aparece veloz en su mente. Ha sido él. Solo puede haber sido él.

Voltea su cuerpo sin reparos, llevándose consigo la copa que sostenía la chica que estaba detrás de él. Sin ni siquiera limitarse a disculparse, concentra la rabia y la ira que le están subiendo por el esófago en encontrar el causante de ese desastre.

Y lo encuentra. Está en uno de los laterales de la sala, riendo escandalosamente mientras habla con varios amigos. Sin pensárselo, Luis se dirige hacia Carlos. Éste lo ve venir, pero no le da tiempo a decir ni hacer nada porque el puño de Luis impacta directa y sonoramente en su mejilla izquierda.

En un instante, esa sala se convierte en un caos. Carlos, que no se esperaba ese golpe, cae hacia atrás, chocando con una de las mesas, y luego estrellándose en el suelo, llevándose con él platos, copas y todo tipo de comida. Ante el estruendo, se hace, por un segundo, un silencio abrumador en la sala, que en seguida queda sustituido por los comentarios, gritos y exclamaciones de todos los invitados. Los que estaban cerca de Carlos se acercan rápidamente a ayudarlo, intentando levantarlo. Luis, en cambio, le dedica la mirada más desafiante que le había lanzado en su vida. No puede pensar en nada ni en nadie más. Está alterado en extremo, poseído completamente por la rabia.

Ni siquiera puede centrarse en pensar en Aitana.

- Creía que eras mi amigo, Carlos.

Cuando consigue levantarse con la ayuda de Roi, que está en medio de los dos tratando de poner distancia, Carlos lanza un escupitajo lleno de sangre y luego le devuelve la mirada al que hasta ese momento había sido su mejor amigo.

- ¿Y lo dices tú? – la atención de todo el mundo se concentra en los dos chicos – ¿Lo dices justamente tú, que robas la novia de tu amigo?

Los susurros incontenidos que provocan las palabras de Carlos se convierten rápidamente en gritos de pánico. Carlos de un empujón aparta a Roi de su camino, tirándolo al suelo, y se abalanza hacia Luis. La fuerza y la intensidad con la que arremete contra el gallego provoca que caigan los dos al suelo. Ruedan por las baldosas mientras las patadas y los puños vuelan entre ellos. Los dos, consumidos por la furia, solo piensan en hacerle daño al otro, sin que nada ni nadie los pueda detener. Ni siquiera los gritos desesperados de Aitana, suplicándoles que paren. No escuchan nada.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora