TRES

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Le prometió que no volvería pero fue una promesa vana. A partir de aquella noche, todos los viernes a las diez y media Kakashi aparecía por el club demandando los servicios de Iruka. Siempre era un "no", siempre un "solo una hora" y siempre acababa cediendo. Las horas perdidas hablando de todo y de nada empezaron a cambiar a Kakashi y todos los que le rodeaban lo empezaron a notar. Se sentía animado, pasó de ir en pijama todo el día, salía por las mañanas a comprar el pan, sonreía... Pero nadie sabía cuál era el motivo del cambio, únicamente se alegraban de volver a verle feliz.

Ver a Iruka, tan joven, tan guapo y tan lleno de vida, pese a que su vida era -a ojos de Kakashi- horrible, le hacía ver que había motivos de sobra por los que seguir. Le hacía tanto bien esa hora a la semana que Iruka le permití estar junto a él.

Por su parte, Iruka se sentía cada vez peor. Sabía que no estaba ayudando a ese hombre, al contrario se sentía un aprovechado y un estafador, pese a lo mucho que Kakashi le repetía que era él quien le estaba devolviendo las ganas de vivir.

—Que cara tan larga... —le dijo un compañero sentándose a su lado en el comedor común del club. Eran las ocho de la mañana y al terminar los servicios muchos pasaban a desayunar antes de acostarse a dormir, una costumbre extraña pero a la que ya estaban acostumbrados.

—¿Aún estás así por el viejo ese que se ha encaprichado contigo?

—No es un viejo, pero sí; es por él...

—¿Qué? ¿Qué? ¿Qué le pasa a este ahora? —dijo otro chico sentándose junto a ellos.

— El pobre, ¡pobre Iruka! que se lamenta porque tiene un cliente fijo, rico y, no te lo pierdas, que además no le pide sexo.

—¡Un chollo!

—Oh, no, para él es una gran desgracia.

—¿Queréis dejar de hablar como si no estuviera aquí sentado? Sí es un problema, me sabe mal cogerle el dinero porque es un pobre desgraciado con muy mala suerte.

—Aparca un porsche en la puerta todos los viernes. ¡Tiene tan mala suerte! —se burló.

—¿¡Te has fijado en su coche!? —protestó enseguida Iruka.

—¿Tú noi, verdad?

—Pues no.

—¡Oh! Señoras y señores, acérquense y contemplen el increíble caso de ¡El chapero honrado! —gritó para llamar la atención de los demás qué desayunaban tranquilos— ¡Cambiaré tu nombre en la pizarra por "El honrado" quiero que todos sepan de tu bondad!

—¡Kai estate quieto, suelta la tiza!

Empezaron a forcejear, Iruka estaba molesto pero su amigo solo estaba jugando y se reía hasta que Iruka le quitó la tiza.

—Oh, vamos Iruka, tienes eso con lo que todos aquí soñamos, da el braguetazo y, que no me oiga el jefe pero, lárgate ya de este tugurio. Llevas casi tres años aquí ¿¡Piensas heredar el negocio o qué!?

—No pienso dar ningún braguetazo. Ese hombre está muy mal y no quiero quitarle su dinero.

—Si no lo derrocha en ti lo hará en otro

—Pues que lo haga, pero yo tendre mi conciencia tranquila.

—Ah, ¿de eso se trata? Conciencia, ya veo —giró la silla y se puso frente al otro compañero y con forzando una divertida voz aguda empezó a hablar— Buenas tardes, señorita vengo a comprar una casa.

Aquel, que estaba atento a la conversación que llevaban enseguida le siguió el juego a Kai.

—De acuerdo, me lo puede pagar en tres plazos de conciencia y buenas intenciones.

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