CATORCE

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Kakashi estaba inconsciente. No hubo ni un segundo para la sorpresa; Iruka le cogió el móvil del pantalón, pues estaba más cerca que el suyo, y llamó enseguida a emergencias. El protocolo del club decía que debía avisar primero a los de seguridad -unos descerebrados matones a sueldo- y ellos llamarían a emergencias para que ni la policía ni los auxiliares de las ambulancias entrasen en el club, pero toda esa mierda en un momento como aquel no le importaba.

Con la voz temblorosa explicó qué había pasado y dónde estaba. Al colgar rezó por que llegaran lo más rápido posible, mientras se vestía a toda prisa. A partir de entonces todo pasó como una película que no iba con él. La ambulancia llegó y todos en el club se alteraron, sus compañeros salieron de las habitaciones al oír el escándalo y algunos dieron aviso al jefe, quien en ese momento no se encontraba allí, por fortuna.

Iruka muy preocupado acompañó hasta la calle a los enfermeros que se llevaban a Kakashi en una camilla.

—Arriba, nos tenemos que ir —le dijo uno de ellos.

Iruka dudó pero vista la situación subió. El viaje fue la peor experiencia de su vida. Tenía la boca sellada y seca y no podía apartar los ojos de Kakashi, que estaba tumbado en la camilla mientras dos auxiliares intentaban de todo con él para reanimarlo; pero no volvía.

Al llegar al hospital vio como se lo llevaban por una de tantas puertas y él se quedó solo en la sala de espera. Eran casi las cuatro de la mañana para cuando llegaron y los pasillos del hospital tenían un aire fantasmagórico. Iruka sabía que algo iba muy mal. Peor de lo que pudiera haber acabado todo. Pero sabía que aún podía ir peor.

Iruka aún seguía bloqueando sus emociones; no iba a entrar en pánico pues sabía que aún tenía cosas fundamentales que hacer antes de dejar a sus emociones descontrolarse.

«Si yo ya estoy aquí los del hospital no se molestarán en dar aviso a más familiares...».

Desde que llamó a la ambulancia no se había deshecho del móvil de Kakashi y una voz en su cabeza le decía que ahora era el momento de actuar como debía hacerlo, costase lo que costase.

Desbloqueó el teléfono y abrió la agenda. Buscaba la "P" de papá, pero sentía que no podía; que la mano no le obedecía. Recordó la mirada que le dedicó su padre y los ojos cansados que tenía. Realmente él era el único que de verdad, de corazón, había sufrido todo aquello probablemente más que el propio Kakashi, y ahora debía llamarlo y decirle que había fracasado. Que, como todos predijeron, él solo le había traído desgracias... No, no podía decirle eso a ese hombre.

«Soy un cobarde... Es lo que siempre he sido». Volvió su vista a la agenda y pasó los primeros números, antes de terminar la "A" vio otra posibilidad frente a sus ojos: "Asuma".

«El hombre de la barba... A él si le puedo contar lo que ha pasado, aunque me maldiga. Y que él, que es más cercano, hable con Sakumo. Sí, será lo mejor...». Se decidió y, aun sabiendo la hora que era, llamó. Tras esperar varios tonos una voz ronca le habló.

Iruka sabía, por qué se lo contó Kakashi, que él y Kakashi ya no se hablaban, sin embargo con todo lo que se habían dicho, amenazas incluidas, ese hombre cogió una llamada suya a las cuatro de la mañana. Tal vez eso era a lo que mucha gente llamaba amistad. La verdadera.

—¿Qué pasa? ¿Kakashi? —de pronto escuchó su voz más despierta, casi preocupada— ¿¡Kakashi!?

—N-no... —dijo finalmente— Soy Iruka.

—¿¡Qué haces con su teléfono!? ¿Para qué me llamas a estas horas?

—Ah... Estoy en el hospital, Kakashi está... No sé cómo está y no sabía a quién más llamar...

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