ONCE

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Los siguientes tres días pasaron muy iguales; Kakashi madrugaba mucho para ir a unas reuniones en las que se quejaba del frío del aire acondicionado pero en cuanto salía sudaba toda la camisa. Hablaba con excompañeros y nuevas caras que iba conociendo en los seminarios. Las charlas eran todas muy interesantes pero esas tres horas sentado le machacaban la espalda. Los descansos para comer eran agradables porque intentaba separarse de los grupos grandes para estar más tranquilo. Hubiera querido comer algún día con Iruka, pero como no sabía exactamente a qué hora saldría de cada seminario no podía obligarle a ir y venir a su antojo, prefería darle el día de total libertad para él.

A las siete y media aproximadamente llegaba a la habitación e Iruka ya estaba allí para esperarle. Se duchaba, charlaban del día tumbados en la cama y después salían a cenar fuera juntos. Tenían la comida del hotel pagada, pero Kakashi prefería llevarle cada noche a un sitio distinto por dos motivos: para consentirle todo lo que quisiera sin más motivo que el placer de mimarle y para evitar encontronazos con sus excompañeros pues sabía que Iruka podía sentirse incómodo.

Después, al llegar por la noche Iruka se le ofrecía totalmente y entonces era cuando llegaba su turno e Iruka le consentía a él.

Tuvieron sexo las tres noches y una de las mañanas, además de lo meloso que se había vuelto Iruka desde que empezaron a mantener relaciones. Le acariciaba más y esas caricias eran más calientes e íntimas que al principio. Kakashi descubrió con mucho agrado que Iruka hacía de todo y no rechazaba ninguna propuesta; era muy complaciente. Además de que su cuerpo era, para Kakashi, literalmente un caramelo. En otra situación ni se hubiera planteado ir a por uno de veinte, pero ahora que lo tenía pensaba disfrutarlo cuanto se dejara; y efectivamente Iruka se dejaba todo. Kakashi estaba viviendo un sueño y ya fantaseaba con hacer otras vacaciones así pero sin el congreso de por medio que le robaba las mejores horas para estar junto a Iruka.

Por su parte los días de Iruka fueron mucho más divertidos, se levantaba a media mañana, desayunaba cuanto quería en el hotel y después se iba a la playa. En solo un par de días cogió un moreno más marcado que el natural y que le favorecía muchísimo, aunque no lo asumió en voz alta.

Cuando paseaba por la playa sentía que llevaba grabado en la cara lo que era y cada mirada que cruzaba con un hombre adulto sentía que era una acusación o una invitación. Aun así intentó evitar todo lo que tuviera que ver con su profesión y se dedicó a ser solo un turista. Hablaba con la gente, se relacionaba y solo charlaba de lo bonito que era el mar y el calor que hacía; no tenía por qué contar más y eso era gratificante.

Una de las tardes estaba tumbado en la playa aburrido hasta que por un tiro mal dado cayó cerca suyo un balón y sin comerlo ni beberlo acabó jugando a voley con unos chicos. Le pareció una experiencia de las más divertidas de su vida; por lo esporádica e imprevista que fue.

Cuando el sol bajaba volvía al hotel para estar allí cuando Kakashi regresara y así hablar de todo. No quería que aquel viaje terminara nunca, pero eso no podía ser y el viernes irrefrenablemente llegó.

Iruka daba vueltas de una lado al otro en la habitación, vestido con un pantalón de arreglar y una camisa clara, solo le faltaba la corbata y la chaqueta pero esperaría a que Kakashi estuviera totalmente vestido.

«¿Me suelto el pelo? Kakashi dice que estoy más guapo, pero ¿y si es muy informal? Pero una coleta con el traje no pega... ¿Y si solo me hago media? Ag, ¡me preocupo por tonterías!».

—¿Aún estás así? —preguntó Kakashi al salir del baño y verle a medio vestir.

—Sí, es que...

—Vamos, date prisa.

—¡No quiero ir! —soltó de golpe, y se tapó la boca de pronto. Ni él comprendía muy bien cómo se había atrevido a decir algo así, tan tarde.

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