El primer día entre mis brazos.

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La noche que Jack nació fue perfecta. En aquella casita apartada, con el sonido del agua a pocos metros y un suave beso de su ángel guardián en la frente, Kelly esperaba al pequeño bebé. La suave brisa que se escurría por la ventana le daba aliento para soportar la intensidad en aumento de las contracciones. El sudor le mojaba el rostro y los nervios no ayudaban, Castiel repasaba su rostro con un pañuelo mientras le prometía que todo estaría bien.

Y entre los nervios del momento, Kelly sabía que no todo estaría bien. Ella iba a morir y era algo previsto. En la mañana, como todas las mañanas, se había asegurado de que todo estuviese en su lugar y que Castiel supiese donde buscar cualquier cosa que necesitase para cuidar del bebé. De ahora en adelante, dejaría atrás a su hijo en manos de un ángel, al que apenas conocía pero en quien confiaba su vida entera.

Repaso de nuevo lo que el bebé necesitase en cuanto naciera, y Cas confirmaba cada una de aquellas cosas, asegurándole que tenía todo bajo control. Pero Kelly no podía estar tranquila, con el dolor punzante y el cabello empapado, suplicaba a Dios que su hijo estuviese a salvo.

Castiel acaricio su vientre buscando calmarla, y pudo sentir la suave vibra de su hijo responder al tacto. Era la madre más feliz del mundo al saber que su hijo tendría un padre que lo protegería como ella no podría ni viva, y lo mantendría alejado del monstruo que llevaba su sangre.

Las contracciones se intensificaron. Había llegado el momento. Castiel se concentró en todo lo aprendido para actuar correctamente y con todo lo necesario a su alcance. Kelly pujo solo un par de veces. Una luz abrasadora se expandió desde su vientre, pero las manos de Castiel ya estaban listas para no dejarlo caer.

El primer llanto se escuchó, y los brazos del ángel acunaron al hijo de Lucifer. Una toalla húmeda limpio su cuerpo apresuradamente. El ángel elevo su mirada a la madre esperando su último aliento. Pero Kelly estaba más viva que nunca, y sonrió a Cas experimentando la misma sorpresa. Pequeño, frágil y de unos enormes ojos celestes, Jack miro a mamá por primera vez.

Kelly se perdió entre lágrimas, sin poder decir más que "te amo". 

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