Diversión de los protegidos.

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Un parque de diversiones se había abierto en una ciudad cercana. Cuando Kelly se enteró, se emocionó de presentarles a sus hijos un lugar así. La casa era aburrida y no salían de allí a no ser que fuesen a comer a algún lugar o al supermercado. Los niños se la pasaban aprendiendo de cosas sobrenaturales o entrenando, y les divertía, pero no era una vida para ellos.

Corrió a Castiel, que intentaba arreglar la camioneta. Las manchas negras propias de esas labores adornaban el rostro del ángel, resaltando el celeste de sus ojos. Kelly le contó que descubrió y Cas recordó haber resuelto un caso en un lugar así hace tiempo.

- Es peligroso.

Kelly creía que esa frase era la más repetida del ángel desde que lo conoció.

- Por favor, tendremos cuidado. – Rogó, abrazándolo segura de convencerlo con ese gesto.

Cas era débil, un débil ante los ojos de esa mujer y esos niños. Niños que aparecieron corriendo detrás de una abeja, con las rodillas sucias de tierra y riendo.

- ¿Pueden venir un minuto, dulzuras? – Llamo Kelly

Jack se aferró su mamá y Joel a su padre, haciéndose caras el uno al otro, aun un poco agitados de tanto correr.

- Papá nos llevara a un parque de diversiones.

Los pequeños se quedaron mirándolos a ambos como extrañados.

- ¿Cómo los de las películas? – Se ilusiono el más pequeño.

- Es peligroso. – Argumento Jack con su madurez de nueve años.

De tal palo, tal astilla.

El lugar era bonito, anticuado y luminoso. Kelly veía su infancia reflejada en cada luz de color, cara pintada o peluche. Las manos de los pequeños estaban bien aferradas a cada lado de Castiel. El ángel estaba en defensa total, con el lugar lleno de gente y dos niños nephilims, la situación era preocupante. Joel tenía la misma alegría que los ojos de mamá, mientras que Jack observaba a todas partes como su papá.

Mamá y Joel se alejaron hipnotizados por el algodón de azúcar, el pequeño no sabía que era eso, pero si su madre parecía tan feliz seguramente era algo bueno. Castiel no estaba feliz de que se alejaran, pero Jack había encontrado algo que llamaba su atención, juegos. Pidió dinero a su padre, y se acercaron al lugar. Las pelotas debían tirar las latas y según el puntaje inscripto en ellas, era la recompensa.

Cuando Kelly volvió de la mano de su hijo menor con algodón de azúcar, Cas cargaba bolsas de premios. Al parecer, las prácticas reciente de Jack sobre como tirar una espada de ángel había servido para su puntería.

- ¡Bien! – Kelly desbordaba de felicidad. - ¡¿A qué juego quieren subirse?!

Ambos niños miraron a su alrededor, buscando una atracción llamativa.

- ¡Montaña rusa! – Propuso Jack.

Mamá estaba feliz de que su hijo por fin podría relajarse y disfrutar sin el miedo (del que culpaba a Cas) de que algo pasase. Joel, en cambio, al ver la gran estructura y la gente gritando, se escondió detrás de su padre, aferrado a su gabardina y con el algodón de azúcar de consuelo.

Ante los temores del pequeño, Kelly convenció al papá de llevar a otra parte a Joel y ella se encargaría de subir a la montaña rusa con Jack. Cas termino aceptando de mala gana, dejando a cargo de su madre a su hijo mayor.

- ¿Espada? –

- Si. – Confirmo Jack que la llevaba en su mochila.

- Atento a la gente.

- Si.

- Cualquier cambio de actividad o peligro, usas el celular de mamá para informarme.

- Entendido.

Si, Kelly se había acostumbrado al trato casi militar que papá y bebé mayor usaban, así que no dijo nada. Ambos se marcharon por diferentes caminos, con cada uno de sus hijos.

Joel era la versión pequeña de Cas, solo que en vez de observar a su alrededor con vigilancia o al menos curiosidad, ahora reflejaba miedo. El pequeño se asustaba fácil, y saber que su hermano y mamá se subirían a esa cosa gigante, le aterraba. Cas lo noto.

Tomo en brazos al niño, señalando a las luces brillantes enfrente.

- ¿Quieres subir ahí?

Joel siguió la mirada de su padre. Un carrusel muy bonito giraba en luces blancas y con dibujos por todas partes. La música suave e infantil se escuchaba desde donde estaban como si esa fuese la única atracción. Asintió entusiasmado.

Cuando Castiel subió a su hijo sobre el caballo de dorado cabellera, el niño estaba asombrado de todo a su alrededor. Era algo simple, pero mágico. A Joel le asombraban las cosas simples, como a su papá.

Kelly y Jack caminaban algo mareados hacia donde se habían ido papá y el pequeño Joel. El pequeño pelinegro disfrutaba de un batido y Cas lo cargaba sobre sus hombros cuando la familia se reunió.

- ¿La pasaron bien? – Interrogo Kelly, viendo la sonrisa en su pequeño.

- ¡Carrusel! – Grito Joel.

Con aquella respuesta a mamá se le ocurrió subir todos. Así fue, entre luces y música suave y caballos dorados, las preocupaciones de esfumaron. Kelly no tenía claro en qué parte Castiel logro relajarse, pero la sonrisa sobre su rostro evidenciaba su desinterés por el mundo que los rodeaba. Agradeció a Dios que nada pasara y que mantuviese esa tranquilidad constante. Eran felices y eso estaba bien, sus hijos vivirían la vida más normal que podía darles y eso era suficiente.  

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