La vida perfecta que creaste para mi.

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La noche que Jack nació fue perfecta. En aquella casita apartada, con el sonido del agua a pocos metros y un suave beso de su ángel guardián en la frente, Kelly esperaba al pequeño bebé. La suave brisa que se escurría por la ventana le daba aliento para soportar la intensidad en aumento de las contracciones. El sudor le mojaba el rostro y los nervios no ayudaban, Castiel repasaba su rostro con un pañuelo mientras le prometía que todo estaría bien.

Y entre los nervios del momento, Kelly sabía que no todo estaría bien. Ella iba a morir y era algo previsto. En la mañana, como todas las mañanas, se había asegurado de que todo estuviese en su lugar y que Castiel supiese donde buscar cualquier cosa que necesitase para cuidar del bebé. De ahora en adelante, dejaría atrás a su hijo en manos de un ángel, al que apenas conocía pero en quien confiaba su vida entera.

Jack observaba desde lejos como aquella historia se repetía una y otra vez. Como la sonrisa de su madre no desaparecía en ningún momento y como aquello la hacía feliz. Pensaba que fue una decisión acertada el darle la vida que ella deseaba, la vida que no podía tener. Tal vez manipular sus recuerdos para darle un cielo perfecto no era la manera más sincera de hacer las cosas, pero ¿Qué otra cosa podía darle esa satisfacción?

Había tenido suerte de que Castiel convenciera a los ángeles de permitirle realizar tal modificación. El ángel le apoyaba en todo lo que deseaba y eso era reconfortante, porque aunque la mentira teatralizada era falsa, Jack sabía que si las cosas fuesen distintas, Cas podría darle esa vida a su madre.

- Jack, es hora de irnos.

Comento su padre detrás de Jack. El rubio se voltio con lágrimas en los ojos, que  Castiel aparto.

- Ella es feliz. – Sonrió satisfecho.

- Fue un hermoso gesto de tu parte, hijo.

Jack volvió su vista a aquella ilusión en la que su madre vivía.

- Desearía quedarme aquí con ella. – Suspiro. – Viviendo esto.

- Y yo desearía darte eso. –

Los brazos del ángel le rodearon, y se sintió a salvo. El Castiel del cielo de mamá le daba su biberón, y el Castiel de su realidad le abrazaba... con el mismo amor en ambos gestos.

El celular de Cas sonó desde uno de los bolsillos de la gabardina, interrumpiendo el momento.

- La pizza se enfría. Reclamo Dean al otro lado.

- Estamos en camino. – Mintió Cas.

Jack cerró el cielo de Kelly, releyendo una última vez el nombre de mamá en la inscripción de la puerta.

- Mentiroso. – Reclamo Dean por segunda vez. – No escucho el auto.

Cas cortó la llamada. Jack y él rieron ante lo exageradamente desesperado que podía ponerse Dean con la comida. Caminaron a la salida entre los pasillos blancos y brillantes del cielo.

- ¿Cas?

- Si, cariño. –

- ¿Podemos comprar galletas de paso?

- Está bien. – Sonrió, pero luego se detuvo en su lugar, pensativo. - Comes demasiadas galletas, ¿Crees que te vuelvas adicto a ellas?


FIN

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