Siempre seras mi pequeño.

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Las mariposas viajaban entre las flores del jardín de Kelly, danzando entusiastas del regalo del niño grande. El blanco parecía más blanco bajo la luz de aquel sol de primavera. Jack acariciaba el cuero negro como descubriendo una nueva piedra preciosa. Todo olía a aquel característico aroma de lo nuevo.

Joel apretó un pequeño botón y sus ojos azules conectaron con los de su hermano mayor cuando la canción favorita de ambos comenzó a sonar.

Kelly desde afuera se contagiaba de la sonrisa de sus pequeños, pequeños de 20 y 17 años. Castiel había dado un paso grande, que fue consultado por supuesto, pero que mamá no pudo negarle.

El nuevo auto de Jack adornaba la entrada de la casa. Los muchachos desbordaban de emoción inspeccionándolo todo. Kelly pensaba que tal vez era demasiado pronto, y peligroso; con el paso del tiempo se contagió del extremo cuidado de Cas, mientras este se relajaba con cada año que los niños crecían.

- ¿No crees que es muy pronto? – La sonrisa de la dama del vestido de flores desapareció. – ¿Y si le pasa algo?

- Jack ya es maduro, responsable y está entrenado. – Argumento el ángel apretando la mano de su mujer. – No hay mucho que mamá y papá puedan hacer para protegerlo que siendo un nephilim no pueda.

Los ojos asustados volvieron a observar la alegría extrema en la cara de sus hijos.

- Es difícil soltarlos. – Confeso Kelly.

Si, lo era para los cuatro. Pero los chicos crecen y usualmente no viven en casa de sus padres para siempre. Un auto era lo primero, luego la novia, y finalmente vivir solos. Kelly sentía que todo aquello se le venía encima de un momento a otro y no había tomado su chaleco salvavidas para afrontar tremenda ola. Sus pequeñas flores necesitaban una maseta nueva y más grande para seguir creciendo, sentía que eso las alejaría de ella para siempre.

Jack llego corriendo de repente, abrazando por tercera vez en el día a sus padres y agradeciendo casi exageradamente. Joel a su lado, sonreía feliz por su hermano.

- ¡Demos un paseo los cuatro! – Invito el rubio con todo el entusiasmo que su voz podía expresar.

La familia acepto. Jack conduciría con Joel a su lado, por supuesto. Kelly y Cas detrás controlaban todo. Llegando al pueblo cercano, comieron, fueron al cine y otras actividades en familia.

Para cuando regresaban, ya había oscurecido. Kelly dormía recostada contra el hombro de Castiel, mientras al otro lado del ángel, su hijo menor había logrado encontrar una posición en la que era la suficientemente pequeño para recostar su cabeza en el regazo del ángel.

Jack conducía despacio asustado de la noche, pero siguiendo los consejos que su padre le susurraba.

- ¿Papá?

- ¿Si?

- Sé que mamá tiene miedo por lo rápido que pasa el tiempo y lo grande que Joel y yo somos... - Busco las palabras correctas. – Creo que yo tengo el mismo miedo de... perderla.

La mano izquierda del ángel acariciaba el cabello azabache de su hijo, mientras que su derecha sostenía entrelazada la de su amada.

- Nunca pierdes a alguien a quien amas y te ama con esa intensidad, Jack. – Consoló. – La añoraras algunas noches y reirás de recuerdos otras, pero nunca perderás a tu madre ni el amor de ella.

Jack sonrió al espejo retrovisor, a los ojos azules de su padre en la oscuridad del asiento trasero, iluminados por la luz que adornaba la carretera. Kelly se removió en sueños entre el brazo de Castiel que la rodeaba, apretando su mano.

- Te amamos, mamá. –

Susurro el nephilim menor, tomando por sorpresa a Jack y Cas que pensaban que dormía. Las tres miradas recayeron en Kelly cuando el auto se detuvo, los tres absorbiendo los más pequeños detalles de aquel momento que desaparecería tan pronto para seres como ellos. Kelly se removió de nuevo, despertando esta vez, encontrándose con esos tres pares de ojos celestes observándola con devoción.

- ¿Dije algo estúpido mientras dormía?

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