El agua y los ángeles no se llevan bien.

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Kelly insistió en comprar una piscina para ese verano, si bien el lago era refrescante, la pequeña piscina infantil no requería el cuidado constante de los padres. Además, eso ayudaría a relajar los nervios constantes de Castiel.

Por supuesto que mamá también había conseguido reposeras. Dos de adultos y dos de niños. Con once y ocho años, los pequeños estaban encantados con la piscina. Justamente cuando su padre había terminado de armarla, parecía que el calor se multiplicaba. La tarde era insoportable, y Kelly agradeció no estar embarazada en estas épocas.

Con trajes de baños nuevos también, los niños bajaron corriendo, siendo reprendidos por Cas como siempre. Una pelota de colores flotaba sobre la superficie, y las risas y diversión fue todo lo que lleno esa tarde el ambiente.

A un lado, Kelly y Cas se relajaban con limonada bajo la sombrilla (nueva también). El agua salpico el pantalón que cubría solo hasta las rodillas del ángel, y este se estremeció como si ácido corrompiera su piel.

Kelly rió, sin prestarle demasiada atención. Su bikini rojo destello en las tiras adornadas con canutillos de metal a un costado, los niños la llamaban. Joel le hizo señas de contarle un secreto. Mamá sonrió, asintiendo ante la idea de los pequeños.

Se giró hacia Cas, que no comprendía que sucedía.

- ¿Nos metemos? – sugirió su mujer.

La cara de ser celestial mostró absoluto espanto y negó con su cabeza repetidas veces, como si Kelly le hubiese preguntado a cuál de sus hijos debía matar primero. Se negaba aferrado a la reposera, aun a sabiendas de que la silla apenas podía soportarlo.

- ¿Por qué no? – Reclamo Jack, indignado.

- Solo será un momento. – Alentó Kelly.

Las palabras no salían de la garganta del ángel, su esposa lo conocía demasiado bien como para descifrarlo sin mucho esfuerzo.

- ¿Le tienes miedo al agua?

Castiel se ruborizo, suficiente señal afirmativa. Nunca había tenido que realmente enfrentarse al agua, no le gustaba nada, ni un poco.

- ¿Por qué? – Salto Jack, con el mismo rostro de curiosidad que su hermano.

- La mitad de mis hermanos murió ahogado.

Era estúpido, realmente estúpido. Pero siendo ángel, vuelas. Te enseñan y vives para volar, jamás piensas en nadar. Eso no estaba en su naturaleza, y obviamente, tampoco en la de sus hermanos muertos.

- Cas, ni Joel tiene posibilidades de ahogarse con la altura del agua de la piscina.

Tranquilizo mamá con su mejor rostro comprensivo, mismo rostro que ponía cuando sus hijos tenían pesadillas. Tomó la mano del padre de sus niños, y lo guió hasta la piscina.

Un escalofrió recorrió las vértebras del su recipiente cuando se adentró en el agua, aunque no llegaba a mojar sus rodillas. Kelly se sentó en una esquina, liberándose del insoportable calor de verano. Pero Cas se negaba a seguirla. Joel se prendió a su cintura, mojándolo en el proceso. Sonrió con sus hermosos ojos azules, dándole ánimos a su papá.

Joel también tenía miedo siempre, y papá lo abrazaba asa cuando eso pasaba, la misma fórmula daba el mismo resultado al revés, ¿No? Cas se decidió a sentarse, sorprendido de que el agua no le llegara a la mitad del pecho siquiera. Sin embargo, mantenía la teoría de que de un momento a otro, el agua lo sujetaría hacia abajo y se lo tragaría, dejándolo consiente para ver su vida extinguirse en desesperación.

El pánico fue alejado lejos por dos pequeños que se tiraron encima de él, chapoteando y riendo. Muchas veces Castiel era quien acallaba los miedos de sus tres amores, pero algunas veces, necesitaba ese apoyo. No lo sabían bien, pero eran tan necesarios para el ángel como la gracia que latía en su interior. 

Kelly sonrió de nuevo, y es que no podía quitarse aquella sonrisa desde que Cas apareció, luego Jack la endulzo y Joel puso la cereza sobre el pastel. Imposible dejar de ser feliz con sus tres angelitos. Una familia con la que es imposible no reír.

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