Mi feliz adiós.

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El fuego los calentaba de aquel frió invierno, reforzado por la manta que papá había traído al sofá para que se cubrieran. La voz profunda de Cas era música en sus oídos. Leía un libro solo para ella, solo para hacerla feliz.

Kelly lo miraba embelesada por su belleza. Cas no había envejecido ni un solo año, sus ojos aun reflejaban milenios de sufrimiento, pero su cabello negro carbón solo le adjudicaba unos 30 años. El fuego le daba un tono anaranjado a su blanca piel y resaltaba de forma extraña el azul cielo de sus ojos. Kelly podía oler el aroma a planchado que desprendía su camisa gracias a la cercanía, y podía sentir el calor que su cuerpo desprendía, innecesario para su ser.

- Cas. –

Su voz sonó rasposa y cansada, casi un susurro. Pero su ángel la escucharía a kilómetros, a universos de distancia. La mirada color cielo se giró a verla sentada a su lado.

- Si, cariño.

Las manos arrugadas de la dama buscaron el abrazo de las angeladas. Castiel dejo el libro sobre la mesita a un lado del sofá, y sujeto la vieja mano entre las suyas. Las arrugas de Kelly adornaban su rostro delatando su edad, su cabello blanco caía hacia un lado sobre su hombro, y la manta la hacía parecer más pequeña.

- Fue buena.

- ¿Qué fue buena, cariño?

- Nuestra vida. – Un ataque de tos leve interrumpió su discurso. – Nuestra vida fue muy buena.

- Lo fue. – Aprobó el ángel.

La vida había pasado tan rápido, tan veloz como un tren bala. Kelly se asombraba al ver la cantidad de álbumes de fotos que había llenado, evidencias de lo vivido. Ahora su vida de extinguía como lo harían las llamas que calentaban su pequeño hogar, pero eso estaba bien. Estaba bien porque ya había vivido lo suficiente y había sido tan feliz como podía y jamás habría imaginado. Sus hijos ya eran adultos, y sus pequeñas risas habían sido reemplazadas algunas veces por las de los nietos.

Se sentía como el día del nacimiento de Jack. De nuevo dejaría en manos de Castiel a su familia. Confía en él para irse en paz, pero le extrañaría demasiado. Tampoco deseaba la eternidad del ángel, había visto suficiente dolor en esos ojos como para conformarse con sus 94 años vividos. Siempre creyó que cuando morías, tus seres queridos vendrían a por ti para llevarte al cielo; su madre solía decir que los ángeles eran los guías al cielo. Ella poseía ambos, al padre de sus hijos y su ángel guardián, todo en uno.

Kelly suspiro cansada, y los brazos de su amado la sostuvieron fuerte contra su pecho. Podía escuchar el latir tranquilo del recipiente de Cas, armonizado con el olor de su camisa. Castiel sabía que ella se iría pronto, porque era un ángel y los ángeles saben esas cosas. Mamá tenia sueño, demasiado sueño. Sus parpados pesaban, y sabía que no serían vueltos a abrir por ese cuerpo cuando cediera a ellos.

- Los amo.

Susurro casi inaudible. Pero Cas la oyó, porque él siempre la escucharía a mundos de distancia. Porque él la amaba y sus hijos la amaban, y Kelly lo tenía muy claro.

Cuando el morocho dejo de sentir la respiración de su amada, beso su frente como lo hacía siempre. Se quedaría allí, solo un poco más. Necesitaba guardar ese momento en su memoria imborrable, necesitaba recordarla para siempre.

- Fue una buena vida. – Sonrió satisfecho. – Fue una vida perfecta. 

La vida perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora