Al principio, Yugi creyó que le costaría trabajo llevarse bien con Judai, principalmente porque le parecía que el muchacho era demasiado entusiasta, sin embargo, conforme fue charlando con él, percatándose de los gustos que tenían en común y toda la información que el castaño podría brindarle, Yugi por primera vez agradeció que Atem fuera su asesor... Y que se hubiera enfermado, claro, porque eso le había dado la oportunidad de hacer nuevos amigos.
Judai por su lado se mantuvo cerca de Yugi al pasear por el campus, en varias ocasiones le pasó el brazo por los hombros, manteniéndolo pegado a sí mismo e invadiendo su espacio personal, consiguiendo que el tricolor se encogiera en su sitio, dedicándole una sonrisa tímida al muchacho, sintiendo pena cuando la gente los miraba más tiempo del estrictamente necesario.
Yugi jamás imaginó que la razón por la que Judai se había mantenido tan cerca mientras lo presentaba con otros chicos de la carrera, que la verdadera razón por la que seguía abrazando al de nuevo ingreso cada que se acercaban a un grupo nuevo de gente, era para cubrir el olor a fresas dulces con su propio aroma a cítricos. Porque su celo había pasado, y todo él estaba impregnado con la mezcla perfecta entre su aroma personal y el aroma de su alfa. Aquello debería ser suficiente para cubrir los rastros del tricolor y no permitir que su aroma llegara hasta narices de otros alfas. Si bien era cierto que la ley obligaba a todos los alfas registrados a tomar supresores, también era cierto que aquellos medicamentos no siempre eran efectivos en todas las personas, y también había quienes habían decidido no tomarlos.
Atem era uno de esos casos. No estaba registrado, y no tomaba aquellos medicamentos. Su argumento principal era el hecho de que tenía "domado" a su lobo. Al menos eso había creído hasta ese lunes en el que había terminado conociendo a Yugi.
—Bueno. Esta es mi parada favorita. —Soltó Judai divertido cuando ambos muchachos llegaron a la cafetería.
Yugi sacudió un poco su vaso, comprobando que estaba vacío, y sonrió para Judai.
—De momento, también es mi parada favorita.
—Vas a amar el garaje de Yusei. Te lo prometo. Sobre todo, cuando estamos todos.
—¿Todos?
—Yusei, Duke, Atem, Asuka, Aki... bueno, todos. Somos más, pero no quiero olvidarme de alguno si los menciono. Ya te los iremos presentando.
—No te ofendas, pero de verdad no estoy seguro de que me pueda llevar bien con Senen-san.
—¿Por qué no? ¿Por el beso? —Soltó Judai confundido, caminando a la fila para pedir comida.
Yugi se quedó helado en su sitio, sus pupilas se contrajeron por el terror que sintió en ese momento. ¿Atem había revelado lo del beso? ¿Qué era, una conquista más? ¿Una presa a la que se podía cazar? ¿Un premio reclamado ante los ojos de otros?
Recordó el pensamiento que lo invadió al sentirse a merced del egipcio, la certeza de que se había convertido en una presa para el depredador de ojos de rubíes y que estaba perdido, no existía manera, estrategia, excusa que librara al pequeño de caer a merced de Atem puesto que todo su cuerpo, su mente, sus sentimientos le habían exigido más de aquello que el egipcio le había dado por unos momentos, secuestrándolo en un beso.
Judai volteó el rostro en dirección a Yugi, percatándose de la expresión desencajada del tricolor. Cierto, seguramente el joven Mutou ni siquiera tenía idea de nada. Judai suspiró percatándose de que había cometido un error tremendo al decir aquello.
—Vamos a otro lado. Tengo que explicarte eso. —Murmuró Judai mirando fijo a Yugi.
Por un momento, el tricolor quiso salir corriendo, se sentía apanicado. Sin embargo, al ver que los ojos de Judai cambiaron de color, volviéndose dicromáticos, al ver que el muchacho había perdido su actitud desenfadada para componer una expresión grave, supo que valía la pena darle el beneficio de la duda, para lo que tuviera que decir.
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[Omegaverse] Contra todos
FanficEn un mundo en el que ser un Alfa es considerado peligroso para la sociedad, Atem lleva una vida tranquila en su universidad, dominando sus instintos y manteniéndose al margen de su naturaleza. O al menos así era, hasta que conoce a Yugi, un Omega q...