Dead Flowers.

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Capítulo IV  : Espejismos.


If I can look into those eyes If I could be by your side tonight


*


Él abre la puerta, con el saco pendiendo de uno de sus brazos y una rebanada de pan tostado que cuelga de su boca, lo hacen parecer un ciudadano común y corriente. Alguien perdido entre la monotonía de la vida misma. Las ojeras lo delatan, el insomnio era su más fiel amante; más la prisa sería disimulada con la habilidad de un caminar acelerado, pero sin dejar de lado esa elegancia sofisticada, de la cual muchas veces, puede enorgullecerse.

Ya recordaba sus días de estudiante de preparatoria, en donde Mutsuki se encargaba de propinarle algunos regaños ocasionales, por su falta de tacto y poca consideración hacia una chica.

 "¡Oye espérame, no camines tan rápido!—Reprocha en voz alta.—Como si yo no te importara.— Musita inaudible"

A ella también le molestaba ese hábito muy apegado suyo.

"Lo siento" (Siempre)

El recuerdo no hizo más que avivar a otros que se escondían tras una palabra de mala suerte. Desbloqueando el paso, trata de apartar aquellas emociones violentas que le suelen tomar por sorpresa de vez en cuando.

Aborda el tren matutino y tras su mañana de retrasos, recuerda que no ha tenido tiempo siquiera, de poder leer el periódico, como es debido. Siquiera, lo había podido desligar de la banda de goma que lo envolvía en un perfecto cilindro. Tal era su descuido que siquiera había tenido el resguardo de guardarlo dentro de su maletín.

Intrigado y deseoso por saber de la actualidad, rebuscó con sus pupilas entre cada viajero, tratando de hallar alguna portada, piezas de papel de algún ser que leyera el periódico. Hasta había llegado al punto de dar vistazos rápidos en las pantallas de uno que otro celular o e-book que no le pertenecía y eso se lo hacían saber las miradas replicantes de algún que otro pasajero molesto, por su imprudente accionar.

Hastiado de la situación decide reservar su ansias para el final del recorrido, en el que pagará unos cuantos yenes en la compra de algunos periódicos, con distintos nombres. Hubiera jurado que el hombre de grueso bigote que atiende el puesto comercial, alguna vez habría visto a alguien tan desesperado como él, o interesado, en la adquisición de tantas portadas.

Esa era la única cosa que podía hacer desde su posición, una muy alejada y empequeñecida.

Tras una larga jornada de trabajo, subir los 20 peldaños que tiene para llegar a su departamento, lo alejan, de lo que se puede alegar, al pronto descanso hogareño.

Más sus ojos se abren con algo de incomodidad, la puerta de su departamento a simple vista se mantenía estoica como de costumbre, aunque la cerradura había sido violada. Algo vacilante, decide ingresar al recinto con cautela, manteniendo una de sus manos el calibre, que suele llevar entre sus ropas oscuras.

Aunque desempeñaba uno de los cargos administrativos dentro de la oficina de asuntos internos, no dejaba de ser un policía raso, que podía mantener un arma reglamentaria, para ser utilizada en casos extremos en donde su vida o la de algún compañero o civil, estuviera en peligro.

Las gotas de sudor recorrían su piel, no sabía de qué se trataba a ciencia cierta, dudaba que todo se debiera a una intromisión por parte de un delincuente que merodeara la zona. Eso sería bastante estúpido, ya que la tarifa que pagaba por el alquiler de aquel departamento, podría ser abonada hasta por un estudiante de secundaria.

The year of Horsey [Mutsurie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora