Solo dile Café

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Zoraida era una mujer maravillosa, poco a poco nos hemos conocido y así hemos ganado , a pesar que todo lo inicié por algo que en estos momentos me parece ridículo, ya que Aida no tenía nada que ver con Zora, solo eran características impuestas por mi mente solitaria, imaginarme cosas que no existían se estaba haciendo cotidiano.

Aun no le conté nada de mi esposa, era mejor dejar que los temas surgieran solos, me daba miedo abrir barreras que luego no iba a poder cerrar.

—Una vez más—pidió analizando la historia que le contaba. — ¿Cómo pudiste pensar que era una buena idea?

Le conté que una noche en la universidad, estábamos tan ebrios que comenzamos a apostar cosas ridículas, en mi caso me mandaron a posar desnudo sobre una tumba que tenía una figura de mármol encima, no me acuerdo que era y todo esa noche estaba difusa, solo tenía una foto para refrescar la memoria pero no la había visto en mucho tiempo.

—Estaba muy borracho y joven para pensar las cosas muy bien.

—Oh por dios—se colocó las manos en la boca para tapar su asombro— No me vengas con esa excusa tan trillada.

—Está bien—levanté las manos en rendición— Era un idiota.

—Sabes me había preguntado que pasa por la cabeza de esas personas que hacen idioteces— tenía una linda sonrisa a mi costa, pero linda, al fin y al cabo, creo que nunca que cansaré de ella—Ahora tu me aclaras todas esas cosas.

—Muy graciosa, pero no te voy a aclarar nada.

— ¿Seguro?

—SI, muy seguro de todo

—Bueno en ese caso— me dijo tomándose su café rápidamente, y dejando un par de billetes en la mesa, tomo su abrigo y se disponía a salir de la cafetería.

—Espera— pedí corriendo atrás de ella, ella tenía un caminar seguro y suelto, sus dorados cabellos se balanceaban de un lado a otro con cada paso, igual que sus caderas.

—Si no me vas a aclarar nada, hasta pronto— la alcancé, pues no caminaba rápido, era un andar suave, estaba a su lado en el sendero de la ciudad.

—Oh, chantaje sucio—recriminé.

Se hizo la desentendida y siguió por el camino, me conseguía unas chicas muy manipuladoras, Zora siguió comiendo el pequeño cup cake de la cafetería y yo solo no podía dejar de verla.

Sus largas pestañas, sus mejillas coloreadas, su cabello brillante que el sol hacía que resaltara más, ella era tan linda por fuera como por dentro, estar rodeado de ella era como si le regresara la luz que en algún momento perdí en mi vida.

— ¿Qué tanto me ves?— se tapó la boca con la mano intentando limpiar la crema de su labio inferior.

—Nada, solo te admiro—me miró con sus ojos verdes, esos que me tenían hechizados, era como si tuviera una gema que me mantenía a su lado, y estaba feliz de ese cautiverio.

— ¿Cómo un cuadro?

—Mas como una flor— aspire su aroma, hasta eso era hipnótico.

.Claro, debo oler a desinfectante y sangre. —frunció la nariz, mientras me mostraba sus dientes en una semi-sonrisa, como pidiendo disculpas, como si fuera una de las desventajas que ella trabajara en el hospital.

—No es así— atrape su mano entre las mías, y acerqué mis labios a sus manos, que han ayudado a tantos, dejé mis labios un poco más del tiempo requerido, para luego aspirar de forma sutil su aroma

Ahora sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora