Ya debes saberlo

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Zora tenía razón, después... el café se enfría, la prioridad puede ser otra, y lo que ahora es tempano se puede convertir en una tardanza, como esa clara mañana que pasa hasta que es una noche oscura, las cosas pueden cambiar así como la vida puede pasar.

Ya hoy estaba decidido, en el intento de no asustarla o dejar que todo ande calmado, la estaba perdiendo como me había prometido ese día que no pasaría.

Estaba afuera viendo a la habitación de los niños, mientras que Zoraida estaba hablando y entreteniéndolos un rato para robarles una sonrisa, allí es donde se escondía cuando me la topaba de vez en cuando, ya que, estaban cerca del mismo nivel de la psicóloga.

Nunca dejara de brindarle su corazón a todos, a pesar de tener vacios en el suyo, a pesar que el mío no estaba completo, tenía las esperanzas que lo estuviera en algún momento, mis ojos se mantenía en la causa de mi predicción.

—Eres hermosa— susurró una pequeña con un gorro rosa y unos tubos de oxigeno conectados— ¿Puedo peinar tu cabello?

—Claro, hermosa, porque, tú eres más hermosa que yo.

Zora le pasó un cepillo y dejó que la pequeña hiciera lo que quisiera, mientras continuaba leyendo una historia a los demás que estaban alrededor de ella.

Todos la escuchaban, aun no me sentía preparado para participar tan activamente, mi corazón no era tan blando y fuerte como el de ella, y eso lo admiraba, mi farol que todo el mundo necesitaba.

—Pequeños, les quiero presentar a un amigo—sonrió, pensé que era uno de sus títeres, pues ella los presentaba de esa manera— Él es Faris.

Por un momento no quise moverme, era muy difícil salir del estado de impacto que aquella dama me había metido, para infundirme confianza me invitó a pasar con un movimiento de mano.

—Ven, pasa. —me dijo un pequeño tomándome la mano y jalándome para que entrara, me dejé llevar—No mordemos

Al principio me sentía incomodo, no encontraba la forma de interactuar con ellos, poco a poco unos regresaron a su habitación y solo quedaron unos pocos.

—Solo no pienses tanto— me susurró Zoraida, y me dio un beso rápido en la mejilla, para infundirme un poco de confianza.

—Oh, son más que simples amigos— habló emocionada la nena que peinaba a Zoraida, tendría como unos ocho o nueve años— Es muy apuesto

—Oh, eso es lo que piensas, Lyla—se burló Zora para seguirle el juego a Lyla, bueno eso es lo que esperaba—Yo no pienso eso, linda.

—Claro, míralo, Zoraida—le dijo señalándome con el cepillo, al darle una mirada se puso un tanto roja y ocultó su rostro entre el cabello de Zora. —Tú, solo mientes

—Lyla, si es verdad lo que dices— me dirigí a la pequeña—Debo estar con la chica más grandiosa del mundo.

—Esa soy yo—gritó Lyla.

— ¿Por qué tu?—le respondió otra pequeña, mirando con cara de enojada, se acercó y me tomó del brazo.

—Queridas, ninguna tiene la edad que él merece— respondió un niño que andaba sentado presenciando todo el intercambio

—Tienes razón, Saúl—apoyó Zoraida, con una sonrisa posó su mirada en las dos pequeñas— Tranquilas que yo les custodio a Faris hasta que cumplan la edad.

—Eso es injusto—hizo pucheros Lyla

—Disculpen, pero los niños deben regresar a sus cuartos.

Zoraida se disculpó por pasarse del tiempo estipulado, solamente nos levantamos y despedimos a los pequeños para que fueran a descansar.

—Para la próxima, princesa—le prometí a Lyla chocando mi puño con el de ella, pero ella lo retiro y se señaló la mejilla.

Ahora sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora