Pisando tierra.

6 1 0
                                    

— ¿Cómo te ha ido en las sesiones con la doctora?— indagó mi hermana luego de un rato en silencio bebiendo el café.

—Son aceptables...—murmure, mientras estaba en otra línea de pensamientos.

En realidad no estaba muy en la conversación, ni siquiera estoy muy seguro de cómo llegamos a la cafetería, solamente existían esos ojos verdes, tan iguales, pero tan distintos, no era ella de eso estaba seguro, aunque se sintió como si lo fuera.

— ¿A qué te refieres con eso?— se notaba su enojo, lo único que podía hacer era contestar se forma vaga, y dejar que pasara de tema.

—Eso mismo que son aceptables.

Me lanzó una mala mirada y bajo su vista otra vez a su café, pensando las mil y una cosa. Esa preocupación la conocía muy bien, no me querían dejar solo, tampoco podían seguir a mi lado.

—Me ibas a decir algo muy importante ¿No es así? — solo tocaba poner de mi parte, era necesario.

La sonrisa en la cara de mi hermana regreso a causa de la buena noticia, al parecer, que me iba a decir.

Sin decirme nada puso su mano izquierda sobre la mesa llamó la atención un lindo y sencillo diamante en su dedo.

—Te vas a casar...— sentencié con poca voz.

—Si — gritó de emoción.

Estaba sin palabras, mi hermana, la pequeña niña que creció a mi lado, estaba comprometida.

No sabía cómo reaccionar, pero igual me paré de mi silla en estado medio ido, era un robot, le di un abrazo felicitándole por tal hecho.

Desde que la perdí, sentí que perdí una parte de mí y eso provocó que me separara un poco de todos y todo. En ese grupo estaba mi familia.

Con la noticia de Gileth me di cuenta que nadie espera por ti, el tiempo y la vida sigue su curso. Si estaba bien o mal, afectaba a mi familia en verdad, pero no lo suficiente como para detener sus vidas por mí, nadie se detenía por nadie.

Eso me alegraba, y me daba otra razón para estar bien, igual como ellos siguen sus vidas debía también buscar una forma para hacer lo mismo.

Mirando por la ventana, me maraville de las cosas más sencillas que pueden pasar por un una calle, repleta de personas, caminando de un lado a otro, con su cabeza puesta en mil cosas y no en el ahora.

En el otro lado estaban un grupo de chicas, riendo y hablando, hacía frio así que andaban con suéteres o chaqueta, una de las chicas estaba de espalda y su cabello era negro y largo, tan largo.

Pero lo que captó mi atención, de ese cabello negro, es que era una de las cosas que me gustaba de ella, era su brillante cabello.

El viento hacia que se movieran sus hebras de un lado a otro, era tan hermoso, tan ella...así como se movían, suave y sutil, lo hicieron mis recuerdos.

Su larga cabellera estaba esparcida en la alfombra roja, solo traía una de mis franelas de la universidad, y una pequeña prenda blanca de encaje para ocultar su desnudez. Acostada, estaba jugando con sus manos, dándole esos movimientos que suele usar cuando baila y roba la atención de todos.

— ¿Irás el sábado?—se incorporó de pronto para hacer su pregunta, como siempre directa e hiperactiva.

—Te dije que iría, y lo haré. —me acerqué sus labios y los besé suave, ella como siempre quiso mas y atrapó mi labio inferior entre sus dientes dándole una suave mordida y jalón.

—Te amo—susurró sin abrir sus ojos, se alejó de mi para ponerse de pie. — Voy a la cocina, ¿quieres algo?

Típico de estos momentos dejarlos a lado como si no fueran la gran cosa, ya que, le dije que me dejara hacer los informes del trabajo pendientes para el lunes.

—Si— se me quedó mirando, con una ceja alzada, esperando que dijera mis deseos— A ti

Puso los ojos en blanco y se perdió a la cocina, volví mi atención al documento que ya estaba por terminar y gracias a mi bella y sensual novia poco le había encontrado el atractivo y era más el tiempo perdido que el que invertía para realizar los pendientes.

Podía escucharla moviendo cosas de aquí para allá, pero no le tome mayor importancia, grandecita estaba para que la cuidara cual niña.

Salió con un pote, supongo que helado, en la manos, se apoyo en la pared de al frente, justo al lado del televisor, se lo comió lento saboreando cada cucharada, pero era una provocación, toda ella lo era.

— ¿Qué haces?— le sonreí cuando ya casi estaba por terminar.

Se hizo la desentendida y respondió con obviedad, comiendo mi helado de vainilla

—Sí, eso lo veo porque no te sientas, así lo disfrutas mejor.

Aida camino hasta sentarse conmigo, bueno sentarse en mi regazo, y seguir con su deleite soltando leves gemidos de vez en cuando. Así no podía trabajar, sentía como poco a poco algo en mi despertaba.

—Aida, estas...—me atragante con mis palabras.

— ¿Si? — allí entendí que ella lo podía sentir, sin embargo me miraba con ojos de cordero, la perfecta mirada de niña buena, que en estos momentos nadie se podía tragar.

La mezcla entre hermosa y malévola, que peligrosa podía ser mi gemstone, supongo que por eso era mi novia, ese sabor que necesitaba y no sabía.

— ¿Lo estas disfrutando?— pregunté al final, tragando toda mi excitación.

Me miro como si no entendiera pero dejo su tacita en la mesa de café, y se levantó, mientras caminaba se saco la camisa que traía, dejando que las puntas de su largo cabello rozara el borde de su pequeña tanga, su cabello se balanceaba de un lado a otro. Se tomó el cabello y lo pasó sobre su hombro, dejando la piel de su espalda libre.

No lo resistí mas y fui tras de ella, la tomé entre mis brazos y la besé, acaricié sus costados, agarrándola desde sus piernas la lleve hasta la mesa del comedor que solo estaba a unos tres o cuatro pasos.

Le quité lo único que evitaba que estuviera completamente desnuda para mi, mis dedos viajaban de aquí, para allá, pude sentir lo húmeda que estaba, y tan dispuesta, toda mía, yo, todo suyo.

—Aida, eres una traviesa.

—Así me amas y deseas— me bajó los pantalones deportivos con todo y bóxer, tocó con sus suaves manos aquella parte de mi anatomía que estaba muy dispuesta a dale un saludo a mi novia. — Aquí está la prueba, de cuanto deseas estar dentro de mí.

Se lo quité para poder perderme entre los pliegues de su interior...

Faris, espero que aceptes, ¿Qué dices?

Me había perdido en los recuerdos de Aida, por el hecho de ver una chica de cabello largo, y es que mi deseo de volver a enredar mis dedos, eran muy grandes, pero era imposible y eso es lo que me mantenía en el pozo.

—Lo siento, Gileth, me distraje.

—Sí, debo imaginarlo, acabas de salir de terapia, muchas cosas te revolotean al rededor, luego te diré y plantearé mis cosas, no vemos luego me debo ir, hermanito.

—Si... nos veremos luego.

Mire afuera para buscar a la chica que había captado mi atención, ya no estaba, se había ido. Solo seguirá existiendo en mis recuerdos y ya no hablaba de la desconocida de la calle si no de Aida.


NO TE OLVIDES DE COMENTAR Y LOS VOTOS, AL FINAL, SON GRATIS.

Ahora sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora