A Shakespeare

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Disculpe, señor Shakespeare, pero parece que olvidó mencionar algunos detalles. 

Usted no me dijo del brillo de esa mirada que me quita el sueño, ni mencionó la sensación que se formaría en mi pecho al saber que él me mira y sonríe. No me advirtió de la locura con la que se quiere, y la desesperación con la que se detiene. Olvidó mencionar lo fácil que se vuelve romperse, y lo difícil que es no perdonar. 

No acostumbro llorar frente a otros, pero si así se siente que te consuelen, entonces quiero vivir triste y sentir cómo sus dedos rozan mi piel para secar mi llanto. 

Olvidó también escribir sobre la suavidad de sus tímidas caricias al tomar por primera vez mi mano, y de la emoción al sentir finalmente nuestros dedos entrelazados. 

Usted no me dijo que llega un punto en que vibra el corazón con sólo verlo, que el puro sonido de su nombre basta. Basta para todo. 

Usted no me dijo que los castillos en el aire son dagas en el corazón. No me advirtió que a veces duele. 

Pero lo quiero. Lo quiero demasiado. 

Y le agradezco, señor Shakespeare, por dejarme descubrirlo con mi propia poesía retorcida: lo quiero, lo quiero, lo quiero. 

Astronomía en mi habitaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora