—Y dinos, líder —se burla Maria—, ¿qué tienes en mente para conquistar a Rebeca?
—Simplemente, le responderé —doy a conocer mi elaboradísimo plan—. Le diré cuál es mi animal favorito.
—Vale —se muestra conforme Verony—. ¿Y cuál es tu animal favorito?
—El conejo.
—¡Vaya! —Maria alza una ceja—. Andresote, qué golfillo.
—¿El conejo? —repite Verony—. ¿Y eso? ¿Por qué?
—Es una larga historia...
—No nos dejes intrigados —se queja Kevin, quien hace un cuarto de hora ni siquiera me conocía.
—Seguro que es por sus grandes orejas —supone Verónica—. Andrés debe de tener un trauma por eso de que la gente no lo escucha cuando habla, y los conejos siempre parecen estar atendiendo, con sus largas orejitas en punta.
—¡Eso es absurdo! —exclamo—. A mí la gente sí que me escu...
—¿Los conejos tienen las orejas en punta? —me interrumpe Kevin sorprendido—. Yo tuve uno que siempre las tenía caídas.
—Dependerá de la edad del conejo —deduce Maria—. Cuando uno se hace viejo, todo miembro se convierte en pellejo.
—Dejad de inventar... —me desesperan—. Si me gustan los conejos, es porque de pequeño tuve uno y admiro muchísimo lo que hizo.
—¿Qué hizo? —pregunta Kevin. Qué cotilla es.
—¡Eso! —se suma Maria—. ¿Qué hizo ese conejo?
—Escucharlo —contesta Verony.
—¡Que no es eso! —grito.
—Ni siquiera él lo escuchó —vacila mi compañera rubia.
—¡Vale ya! —Respiro profundo, y explico—: A ver, de pequeño, tenía un conejo que se llamaba Bunnyto. Le puse este nombre porque era un conejito, y muy bonito. —Observo a mis compañeros. Sus ojos gritan la palabra ridículo.
—Menos mal que elegiste bunny y no rabbit —dice Maria—. O se hubiese llamado Rabito.
Nunca lo había pensado, pero es cierto. De todas formas, decido no darle más vueltas al nombre y continuar con lo importante:
—Por aquel entonces, Bunnyto vivía preso en su jaula, junto a la ventana de mi cuarto. Cada vez que yo ventilaba la habitación, él saltaba contra los barrotes, queriendo escapar a la huerta de zanahorias que había frente a nuestro edificio. Bunnyto nunca se rindió, y un día que olvidé cerrar con pestillo la puerta de la jaula, se abalanzó contra ella y escapó, huyendo después por la ventana abierta.
—¡¡Bieeen!! —celebra Verony—. ¿Bunnyto se quedó a vivir en el paraíso de las zanahorias?
Bajo la mirada, y niego con la cabeza.
—Vivía en una sexta planta. Bunnyto sí que aterrizó en la huerta, pero acabó hecho abono.
—Oh, ¡no puede ser! —se escandaliza Vero—. Qué trágico.
—La verdad... —Hasta Maria está conmovida.
—¿Y por eso es tu animal favorito? —interviene Kevin.
—Lo es porque le tenía mucho cariño, y porque me enseñó que uno debe arriesgarse por conseguir lo que quiere. —Sonrío, y acabo—: Y yo la quiero a ella.
—Qué bonito todo, Andrés. —Los ojos de Verónica se humedecen—. Me emociono.
—¿Quieres un pañuelo? —Kevin recupera el trozo de papel de la mesilla.
Verony sufre una arcada, yo le vuelvo a quitar el pañuelo de las manos al ligue de Maria y ella lo echa del cuarto:
—Anda, Kevin, guapo..., márchate a preparar el desayuno. —Antes de que este salga por la puerta, le pide—: ¡Y límpiate las manos!
—¿Por dónde íbamos? —intento retomar la conversación.
—Nos decías que... —Verony apunta—: quieres a la chica del ascensor.
—Sí. No sé si es amor o qué, pero la quiero conquistar.
—¿Y cómo lo harás? ¿Qué plan tienes? —le gustaría saber a Maria.
—¿Plan? Ninguno. Pero tengo sesenta y nueve segundos al día.
—¿Sesenta y nueve? ¿En serio? ¿Eso es lo que tarda el ascensor? —Maria no puede evitar reírse—. ¡Es el número mágico! Cuenta con mi ayuda.
—¡Y con la mía! —se une Verony—. Me habéis convencido con lo de la magia...
—Gracias, chicas. ¿Creéis que puedo conquistarla?
—Por supuesto. Lo harás —me anima Verony.
—Sí, además, ella te ha dicho que os veréis el lunes —recuerda el mensaje Maria—. Está claro que el fin de semana no puede. Lo que significa que tienes todo el sábado y el domingo para planear los encuentros de la semana que viene.
Me tumbo sobre la cama y me quedo unos segundos pensativo. Después, con la mirada todavía perdida en el techo, musito:
—Sí. Lo voy a conseguir...
Cada vez tengo más esperanzas. Soy un afortunado. Como he podido averiguar, de lunes a viernes dispongo de un minuto y nueve segundos al día para estar a solas con la persona que quiero, para conquistarla. Eso no lo puede decir cualquiera.
Mi mirada perdida se sumerge aún más en el techo y, de pronto, viajo al interior del ascensor. Rebeca entra, pulsa el botón, y nos saludamos. Las puertas se cierran tras ella y ascendemos. Es entonces cuando comienza la cuenta atrás. Querida vecina, tengo...
—Sesenta y nueve segundos para conquistarte.
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CONTINUARÁ...
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69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)
Teen FictionCOMPLETA. En librerías y Wattpad. Premio WATTYS 2020. En su segundo año de carrera, Andrés continúa siendo un estudiante ejemplar. Es aplicado, constante, trabajador y su prioridad son los exámenes. Pero todo esto cambia cuando conoce a "la chica d...