VERDAD O ATREVIMIENTO

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Medio grupo está sentado en el sofá, y el otro medio sobre la alfombra. Todos contemplamos cómo la botella gira sobre una mesita que ha traído Bill al unirse al juego, y reparamos en cómo esta va perdiendo velocidad... hasta que se detiene.

—¡Andrés! —grita Maria. La botella me apunta—. ¿Verdad o atrevimiento?

—Me cago en...

Me lo pienso bien, muy bien. Es importante decidir cómo perder la dignidad. Creo que voy a elegir la prueba, solo porque no quiero que sepan nada acerca de la chica del ascensor, y si me preguntasen por mis últimos asuntos amorosos o algo por el estilo, tendría que hablarles de ella. Y no lo pienso hacer. No. Estoy en proceso de olvidarla.

—¡Atrevimiento!

—¡Bien! Bébete esto. —Ainhoa, la chica más popular del grupo, me ofrece su vaso.

Observo el líquido que contiene. Es de color verde fosforito. Apostaría a que brilla en la oscuridad.

—Eso no es divertido, ¡es asqueroso!

—Pero si es un licor carísimo —comenta Ainhoa—. Lo sé porque lo he cogido de la vitrina de los padres de Bill.

—Está en lo cierto. Vale una pasta —confirma el dueño de la casa.

—Me da igual. No pienso beber eso.

—Oh... Qué soso —se decepciona Verony.

—Chicos, no está obligado a jugar —me apoya Claudia.

—Gracias... —agradezco avergonzado.

—Sí, Andrés, siempre puedes mirarnos —me dice Sara con su dulce y delicada voz.

Tienen razón, no pasará nada si decido no jugar, pero me incomoda la posibilidad de que sigan retándose entre ellos y de que alguien acabe besando a... Claudia. Si soy sincero, creo que igual que Maria con Dan, yo también esperaba tener algo con ella, algo que me ayudara a pasar página.

—Bueno, si no quieres jugar, nada. —Ainhoa retira el vaso para bebérselo ella, pero...

—¡Espera! —Se lo robo a tiempo y me acabo de un trago todo el licor que contiene.

Mi garganta arde y siento que mi cabeza se hunde en mi cuello con intención de taponar el conducto por el que está a punto de subir una agridulce masa, compuesta por las tostadas que he desayunado, los canapés que Bill ha servido, y el alcohol recientemente añadido que, desde luego, no le ha sentado nada bien a mi estómago. Tras un esfuerzo sobrehumano que me ha hecho parecer una tortuga tratando de meter la cabeza en un caparazón encogido, logro no vomitar.

—Bueno... —Hago una pausa para esperar a que el estómago se me asiente un poco más—. ¿Continuamos?

Todos me observan atentamente, no sé si están asombrados ante mi radical cambio de actitud, o si aún temen que les devuelva encima.

—¿Qué pasa? —Aplaudo, y parecen espabilar.

Volvemos al juego, y la botella gira de nuevo...

Esta vez le toca a Oier.

—Prueba —escoge—, pero no os paséis.

—Eso depende. ¿Para ti qué es pasarse? —le lo vacila Bill Etes.

—No voy a hacer payasadas —declara él.

—Es muy tímido —añade Miriam, con una exagerada sonrisa por la que se asoman sus dos grandes paletas.

—¿Tímido? —repite Bill—. Pues a la hora de lucir los abdominales en Instagram no tiene ninguna vergüenza, eh.

—Es que eso no es algo de lo que deba avergonzarme. ¿Tú me has visto? —alardea el chico fitness, lo que demuestra que está bastante ebrio.

69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora