Hermione pensó que estaba soñando. Hacía años que no veía a Luna, quizá desde su matrimonio con Ronald Weasley. En un momento creyó que se casaría con Neville o que se iría lejos en busca de algún animal fantástico... pero tenerla en frente nuevamente, eso jamás lo hubiese imaginado.
—¡Luna Lovegood! —gritó, momento en que la muchacha levantó la mirada, pues estaba totalmente enfrascada leyendo algunos documentos y sonrió.
—¡Hermione! —respondió también con un grito, poniéndose inmediatamente de pie para salir corriendo donde su amiga.
Hermione pudo ver que el tiempo había hecho maravillas con esa ingenua chica. Era esbelta, de cintura diminuta y de caderas y pechos prominentes (ella siempre viendo una modelo en una mujer) y su cabello, caía libre por sus hombros hasta llegar hasta la cadera. Lo llevaba totalmente lacio y un simpático flequillo hacía que sus extraordinarios y grandes ojos azules resaltaran tras unas enormes pestañas.
Se abrazaron por unos segundos. Luna, que siempre fue un poco más baja que Hermione, ahora lucia hasta más alta, debido a que ahora usaba tacones y de que Hermione solo llevaba unas zapatillas bajas por su embarazo.
—Es un gusto verte, Luna. Pero, ¿cómo? ¿Trabajas con muggles? ¿Cómo lo has hecho? No entiendo.
—Deja que te cuente... he trabajado en el Quisquilloso con mi padre durante años, pero últimamente las cosas no andaban bien... las ventas han disminuido mucho... creo que no nos hemos renovado... así que decidí que debía trabajar en otra cosa, mientras pienso cómo ayudar a mi padre —Hermione le tomó la mano y se sentaron en unos sofás que estaban en la recepción. Luna siguió con su relato—: Tengo un amigo muggle que a su vez es amigo de Bruno Bassi, tu ayudante... y, a través de él, me conseguí este trabajo. Sólo me atreví porque sabía que tú serías mi jefa —relató con algo de tristeza.
—¡Luna, esto es fantástico! Tú no te preocupes por nada, en lo que pueda yo te iré enseñando, pero debes ser cuidosa, nadie debe enterarse de que somos brujas... —Luna asintió aunque ella sabía quién más poseía magia...
—No te preocupes, Hermione. Guardaré nuestro secreto. Además debes estar tranquila en cuanto a mi trabajo como secretaria recepcionista... con los años aprendí a ocupar muchos artefactos muggles. Mi padre dice que han sido los blibbers maravillosos que me han ayudado. Aunque yo no estoy muy convencida de eso, creo que ha sido solamente la necesidad.
A pesar de la sonrisa de Luna, Hermione se pudo dar cuenta de que esos ojos tenían una tristeza enorme. Luego averiguaría qué le ocurría. Quizá no eran solo los problemas económicos.
—Quiero que sepas que estoy muy feliz de que estés conmigo. ¿Te parece si almorzamos juntas hoy? —la chica asintió feliz—. Entonces pediré que nos traigan el almuerzo aquí a la oficina —pero Hermione se quedó callada pensando en Narcisa y en Draco que seguro vendría a almorzar. Odiaba tener otras obligaciones.
—Hermione, tranquila... Yo traje mi almuerzo para no ir a casa, sé que aquí estamos un poco alejadas de todo y no tengo intención de andarme apareciendo a cada rato. Así que no te preocupes por nada. Almuerza con tu nueva familia —su amiga siempre tan comprensiva y conciliadora—. Y dime, ¿vas a tener a un «mini Malfoy»? ¡Eso sí que es raro! —agregó cambiando de tema de conversación.
—¡Sí, rarísimo! Pero así es la vida... Malfoy y yo... ¿quién lo diría? Y Dime, ¿tú estás casada?
—Sí y tengo dos niños de cinco años, Lorcan y Lysander. Mi marido está trabajando en Grecia, viene a fin de mes. Pero solo se quedará una semana y luego debe regresar. Es investigador de criaturas mágicas... muchas que la gente jamás ha visto.
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Y todo por una noche
RandomUna noche de pasión significó un cambio radical en la vida de la afamada diseñadora de alta costura, Herms Grennett... para sus amigos, Hermione Granger... quien, alejada de la magia, había labrado su destino como una distinguida y aclamada diseña...