Sacrificio

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Hermione abrió lentamente los ojos, se sentía mareadas, confundida, pero ligera, con un alivio que no se comparaba con nada. De repente recordó todo... ¡su hijo! ¿Dónde estaba su pequeño? Lo había tenido y recordaba que lo había escuchado llorar y que por solo unos segundos lo logró a ver, antes de desmayarse... o de dormirse... ¿Cuánto rato había transcurrido?

Recordaba esa cabecita calva y una piel blanca, un chillido suave y un rostro angelical. Ese era su hijo, pero, ¿dónde estaba? ¿Quién lo tenía?

Intentó levantarse pero una mano, misma que ya conocía, le impidió levantarse.

—¡Draco! —su voz la escuchaba ronca. ¡Estaba disfónica! Debía ser por los gritos del parto.

—Bruja celosa... tranquila, amor mío. Estás bien. Y procura no hablar, tu voz está cansada —Hermione sonrió pero las preguntas regresaban. Estaba demasiado ansiosa.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Dónde está mi hijo? ¿Por qué no está conmigo?

—Hace poco más de media hora que nuestro hijo llegó al mundo. Tú estás en la sala de recuperación y a Scorpius Malfoy lo están vistiendo. Una vez que tú te sientas mejor, lo traerán.

—Malfoy Granger, que no se te olvide —cerró los ojos y respiró profundo. Estaba cansada, se sentía sudorosa y como que toda su extremidades inferiores estuvieran adormecidas.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Draco al cabo de unos segundos mientras le acariciaba el rostro.

—Como si hubieran pasado una sandía por el orificio de un limón —dijo seria con los ojos cerrados, pero Draco simplemente rió—. No te rías. Me dijiste que me iban a poner medicamentos para el dolor, ¡pero no fue así! ¡Sentí todo!

—Hermione, te pusieron todos los medicamentos necesarios y los calmantes que se usan. Lo que pasa es que estabas tan nerviosa que no te diste cuenta, por eso, te dormiste luego del parto. No te desmayaste.

—Pero...

—Hermione, todo salió bien.

—¿Y por qué me duele todo?

—Porque acabas de parir... nada más amor mío. Eres madre... y yo he estado al lado de la mujer más fuerte del mundo. Te amo Hermione.

—Yo también te amo Draco... ¡pero te vi besándote con... ¡Ay!

—¿Te puedes calmar? Relájate y deja de pensar en tonterías. Astoria me besó, pero nada más. Debí habérselo impedido, pero cuando reaccioné, ya lo había hecho. Además, que estés tranquila, te informo que se fue del país y es probable que nunca más la veamos.

—Pero por qué te besó —a pesar de estar adolorida, cansada y sudorosa, no se olvidaba de lo que había visto. Draco rió y se acercó tomándole el rostro.

—Porque soy bello.

—¡Imbécil! —Hermione giró el rostro, pero Draco le tomó la barbilla y la obligó a mirarlo.

—Imbécil, bello y que te ama —le dio un beso en los labios, beso que ella no correspondió y volvió a girar la cabeza hacia el otro lado. En ese instante la puerta se abrió y Draco salió de inmediato al encuentro de una enfermera que lo llamaba.

Hermione estaba mirando hacia el velador pues no quería ver a su esposo. De repente sintió que él se sentaba en la silla del lado de la cama.

—Mira Hermione.

Ella giró el rostro y ahí estaba Draco con una pequeña vida en brazos... su hijo envuelto en una manta de algodón color celeste.

—¡Oh, mi hijito!

Y todo por una nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora