Vogue

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Ginny Weasley golpeó varias veces la puerta del despacho de su esposo, pero nadie contestó. Se preocupó. Harry no había ido al ministerio pues se había reportado enfermo durante la mañana. Ella pensó que tenía algunos pendientes que quería finalizar en casa o quizá compartir con sus hijos, pero no. Se había encerrado en el despacho y no le había explicado qué le ocurría. Era día viernes y podría haber salido un poco antes de la oficina, como acostumbraba y hacer algún trabajo que tuviese atrasado en casa sin necesidad de faltar a sus labores. Pero bueno, ese era su marido. Ya lo conocía, muy pocas veces daba explicaciones.

Al ver que éste no respondía al llamado, ingresó al despacho pero allí no estaba, caminó hasta el escritorio y encontró unos periódicos doblados, unas plumas sueltas, un poco de tinta derramada y uno que otro pergamino, pero nada fuera de lo normal.

—¿Qué haces, Gin? —Harry estaba sentado en el sofá y acababa de guardar algo dorado en el bolsillo.

—Te vine a buscar porque ni siquiera saliste a almorzar, ¿en dónde estabas?

—He estado aquí todo el tiempo.

—Te acabas de aparecer, no creas que no me di cuenta, ¿a dónde fuiste?

—A baño Ginny, ¿qué te ocurre? Cada día estás más paranoica.

—No, la pregunta es qué te ocurre a ti. Ayer en la noche te acostaste cerca de las dos de la madrugada, estabas frío como un témpano, te pregunté si habías salido y me dijiste que estuviste encerrado aquí. Así que... dime, ¿qué me tienes que contar?

—Bruja preguntona. Estoy bien. Aquí, contigo... en nuestra casa, con nuestros niños... tú y yo juntos... Juntos... juntos siempre... ¡Siempre! —y dicho esto último, salió del despacho con las manos en alto. Ginny lo siguió. A ella no la iba a dejar en ascuas.

—Los niños están jugando en el jardín, así que Harry Potter, me dices de inmediato qué mierda te ocurre o...

—O qué... ¿te vas a ir? Porque como sea tú y yo siempre estaremos juntos, ¿te complace escuchar eso?

—No sé qué te ocurre, Harry. ¿Es por Hermione? ¿Es por ella que estás así?

—¡Dale con lo mismo! No, no es por ella.

—Amor, yo sé que aún tienes pena por lo que Ron le hizo pero eso es pasado.

—¿Ron? —preguntó sin entender.

—Sí, él me dijo que la había engañado y que por eso ella se había ido. Yo lamento tanto lo que ocurrió, pero mi hermano fue un idiota que no cuidó a su mujer. Yo entiendo que, como la querías tanto, estés triste por eso... Más si ahora ella es la novia del platinado de Malfoy.

Harry negó con la cabeza. Ahora resulta que el mártir era su ex amigo, echándose la culpa de los errores de él y justificando la infidelidad de su esposa.

—No fue por eso... fue otra cosa. No entiendo el afán de inventarse tragedias griegas...

—¡Así que ahora sabes más tú que el propio Ronald! Yo creo que debo ir a ver a Hermione y hablar seriamente con ella para que me diga lo que realmente ocurrió.

—¡Ni se te ocurra! A estas alturas ni se debe acordar de lo que pasó en esos años.

—Iré. No serás tú quien me lo impida, señor subsecretario. Ella y yo fuimos amigas y sé que me recibirá. No creo que los humos se le hayan subido a la cabeza como a cierta persona que tengo cerca.

—Está complicada de salud... por lo de su embarazo... ya sabes...

—¡Claro que sé! ¡Yo he sido madre tres veces! Sé lo que se siente y quizá hasta la pueda ayudar. Voy de inmediato a enviarle una lechuza y tú, por favor come algo, ¿sí?

Y todo por una nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora