DOS

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—¡¿Qué estás diciendo?! ¡Más vale que no sea mentira!– aventé al suelo los papeles que tenía en las manos y me puse de pie.

—¡No bromeo! La encontramos en Tokio. Mi gente logró fotografiarla saliendo de un lugar que parece ser donde trabaja.

Me mostró las imágenes y efectivamente era ella. Llevaba el cabello más corto pero definitivamente se trataba de mi Hinata. Las fotografías estaban algo borrosas y no pude apreciarlas bien, si no, pediría quedármelas.

—¡¿En dónde está trabajando?!

Shikamaru lo meditó por un momento.

—Creo que es mejor que lo veas por ti mismo.

¿Qué podría ser tan malo? Próxima parada Tokio y los brazos de mi mujer.

Dejé todo pendiente, me olvidé de las juntas, reuniones, entrevistas, negocios. Ahora mi prioridad tiene nombre y apellido. Esta vez todo será diferente, solo espero que siga enamorada de mí, y comprenda la razón del porqué mentí.

Llegamos a la ciudad a medio día y nos instalamos en un hotel. Yo quería buscarla de inmediato, muero por verla, abrazarla y decirle que todo este tiempo seguí aferrado a su recuerdo. Espero que me perdone y crea que todo lo que hice fue por su propio bien.

Shikamaru me dijo algo que me puso a pensar un poco.

—Sé que quieres ir a verla, pero a esta hora no la vamos a encontrar. Tiene que ser a altas horas de la noche.

¿Qué trabajo puede tener para ser un horario nocturno?

La noche llegó y con ella mis nervios e impaciencia. Shikamaru me llevaba a encontrarme con ella. Fue cuando estacionó el carro en un lugar algo, sucio. Tenía un letrero de neón color rojo que decía The Lover. Un tipo alto y robusto cuidaba la entrada, mi agente le entregó algo de dinero y nos dejó pasar. Y mi sorpresa fue aumentando. Había música, erótica. Ebrios por doquier y mujeres atendiendo mesas con poca ropa, y en el centro una gran tarima con un tubo en medio donde una mujer semi-desnuda bailaba.

¡Era un maldito table dance! ¡No quiero creer que mi Hinata esté trabajando aquí! De solo imaginar que baila para una bola de sucios hombres me hierve la sangre. Pensar en esos malditos comiéndosela con la mirada y teniendo fantasías lujuriosas con ella me hacía enfurecer.

—Naruto, Hinata trabaja aquí desde hace un mes.

¡Por Dios! ¡¿Qué te he hecho, Hinata?! En donde quedó la pequeña que atendía mesas con una sonrisa impecable.

—No sabemos exactamente cuál es su puesto. Solo la han visto entrar y salir de aquí.

Dejé a un lado mi preocupación para buscarla con la mirada. Una mujer, de esas vulgares, se nos acercó.

—Hola guapos, ¿qué les puedo ofrecer? —que desagradable— La primera ronda corre por la casa, y por ser la primera vez que nos visitan, el privado con la chica que quieran será de cortesía —¿pri-privados?

Shikamaru me miró con la misma preocupación que yo. ¡No! ¡Mi Hinata no es capaz de humillarse de esa forma!

—Eres muy amable, pero estamos buscando a esta mujer —mostró la fotografía y la mujer la observaba mascando su chicle.

—Oh, es la nueva —dijo y al instante un miedo me invadió por dentro—. Ella no hace privados ni atiende clientes. Si el jefe les ve intenciones de intentar algo con ella les ira muy mal, les advierto.

—Dices que no es, ¿cómo decirlo?

—¿Prostituta? —sacaba su chicle y lo estiraba de manera asquerosa— Ella por ahora solo es cajera, el jefe la puso a ayudarle con eso. Y ella está allá —señaló con el dedo y entonces la vi.

Su cabello era corto, arriba del hombro, aparte de eso no cambió en nada. Seguía siendo la misma mujer tierna y hermosa de la que me enamore. Llegamos a donde ella contaba dinero y lo acomodaba en montones, con esa sonrisa que veía solo en mis sueños.

—Disculpen, enseguida los atiendo —decía sin dejar de contar los billetes.

Yo estaba eufórico, quería abrazarla, besarla, repetirle una y mil veces cuanto la amaba. Entonces levantó la mirada. Su sonrisa desapareció, me reconoció de inmediato. Yo tampoco cambié mucho, solo me hice más grande y corté mi cabello. Sus ojos estaban abiertos completamente, yo desbordaba estúpidamente felicidad por todos mis poros. La reacción que esperaba de Hinata fue lo contrario. Esperaba que se arrogara sobre mí, primero me diera una cachetada, que merecida la tenía, y después me besara, como lo hacía antes. Pero no, solo me sonrió.

—Naruto, que sorpresa tenerte por aquí. No sabía que frecuentabas estos lugares.

Me importó poco lo que dijera la gente. Rodeé la barra para estar junto ella y la abracé. La estreché en mis brazos como muchas veces quería. Ella estaba inmóvil. Recargué mi frente en su hombro y rodeaba su cintura. Las lágrimas me salían por si solas, no quería soltarme, quería estar así toda la noche, toda la vida mejor. Entonces sentí que alguien me separaba bruscamente de ella, me tomó del cuello y me arrinconó contra la pared.

—¡Jūgo, por favor suéltalo! ¡Es un amigo! —Hinata intentaba apartarlo.

—Sabe lo que opina el jefe, señora Hinata. Si la ve se va a molestar.

¿Señora?

—¡No lo hará! ¡Ya te dije, es solo un amigo! Ahora suéltalo, por favor.

No sé qué me dolía más, que el tipo estaba estrangulándome o que Hinata dijera solo amigo. Tal vez sea muy tarde haber regresado.

—Está bien —por fin quitó sus asquerosas manos de mí—. Pero el jefe se tiene que enterar. Recuerde que no le gusta ver hombres cerca de usted.

Ahora me intriga saber quién es ese que se cree con derecho de Hinata. Solo espero que el lugar que ocupaba siga allí.

Hinata nos guió a un lugar más privado, dejando al sujeto en la caja.

—¿Estás bien? —se acercó a mí, se notaba lo preocupada que estaba y eso me tranquilizó.

—S-si —recobraba poco a poco el aliento.

—¿Por qué estás aquí?

—Hinata, tengo muchas cosas que aclarar. Dije mentiras antes y quiero... —no pude terminar de hablar porque el teléfono de ella comenzó a sonar.

—Me permites, es importante —dijo y se alejó un poco, pero no tanto para que no pudiera escuchar y eso hice— ¡¿De verdad?! ¡¿Lo hizo de nuevo?! Esta despierto ¿verdad? pásamelo ahora mismo —el tono de su voz se elevaba cada vez más—. Tenten me dijo que volviste a robar las galletas que estaban arriba del refrigerador. Cariño, te he dicho muchas veces que comer dulces en la noche es malo y se supone que tienes que estar durmiendo. Hijo, te he dicho que los niños buenos como tú no hacen maldades cuando mamá no está en casa... Está bien, te perdono, pero no quiero que vuelvas a hacerlo, ¿me oíste...? Ya sé que me extrañas, pero ya casi termino por hoy —me miró por un momento, yo aún seguía como piedra—. Te prometo que mañana te daré una sorpresa, solo si te duermes... Yo también te amo.

Shikamaru y yo seguíamos petrificados

—Dijo hijo ¿verdad? —pregunte en un susurró, el asintió.

Colgó la llamada y se acercó a mí, ahora estaba más confundido que antes.

—Perdón. Yo también tengo muchas cosas que contar, Naruto. Mañana ve a mi casa y así podemos hablar tranquilamente, ten —me entregó un papel con una dirección—. Tengo que regresar al trabajo. Seguramente Jūgo ya fue con el chisme y ahora me están buscando.

Dicho eso se despidió y se fue. Y la verdad, no sé qué decir.

Renuncio a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora