Tristeza, frustración, ira y desesperación eran algunos de los sentimientos que el pelinegro tenía en ese momento, sintiéndose vulnerable mientras su amigo lo apoyaba en aquella situación.
Esos sentimientos perduran hasta encontrarse con aquellos oj...
—¿Entonces ya llevan dos meses de novios?— su voz seria no conectaba en lo más mínimo con su rostro lleno de emoción y el gran brillo provocado en sus ojos.
—De conocerse, de novios sólo llevan dos semanas un mes— corrige un cenizo intentando restarle importancia pero con un gran interés tanto o más que la azabache que empieza a dar brinquitos, parándose de la silla.
—¿¡CUÁNDO NOS LO PRESENTAS!?— Momo brilla de felicidad —¡MUERO POR SABER CÓMO ES EL CHICO MILAGRO!—junta ambas manos entrelazado sus dedos
—No lo presiones, ¿quieres? Ni siquiera él lo ha asimilado, igual que con Denki— Katsuki toma de su bebida y junto a Momo mira a Eijiro que los evita observando su plato.
—Sí, ja. Con él tarde casi un año cuando me beso frente a la puerta de su casa luego de una cita— de la nada Kirishima comenzó a reír, no sólo porque en verdad había sido muy inocente en ese entonces, sino porque aún recordaba todo como si hubiera sido ayer.
Eijiro Kirishima a sus 24 años aún sufría por amor. Y es que no hay edad para dejar de sufrir.
Como todos los domingos estar en casa del cenizo es normal, desde que el sol sale hasta que vuelve a ocultarse. Salen a comer, ver una película de estreno en el cine, ir al parque, a un centro comercial de compras, una feria, jugar en las maquinitas, en el billar, o simplemte jugar videojuegos en casa como en esta ocasión después de una agotadora mañana en el estudio de los Bakugou y Yaoyorozu. No es tarde, apenas son las tres pero para ellos ya son las once además de que el cielo nublado y con ganas de llover da esa impresión.
—Eijiro, Eijiro, cariño que se te cae el sándwich— la azabache se acerca para quitarle el plato de las manos y éste sigue riendo contagiando a los presentes.
Mientras ellos reían por su risa, él reía por tristeza.
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—Kirishima, ¿cómo te fue este fin de semana?— pregunta Izuku al subir en el Bugatti y acomodarse como ya le era costumbre
—Bien, muy bien. Aunque te extrañe. Y ya te he dicho que dejes las formalidades, soy Eijiro, E I J I R O— deletrea letra por letra para que el pecoso lo recuerde.
—De acuerdo, Eiriro— Izuku besa su mejilla y saca una bolsa de su bolso.
Kirishima se sonroja por esto —¿Eiriro?— tartamudea a lo que el peliverde ríe.
—Cuando pronuncias tu nombre así suena hasta que lo deletreas. Mira qué he traído— enseña a su acompañante el contenido de la bolsa donde se haya una caja pequeña envuelta en papel decorativo de floresitas blancas y rosas —Traje el almuerzo para comerlo contigo.
