Capítulo 41

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11 de mayo, New York, 1959

Camila no cabía en sí de dicha. Lauren y ella habían dado ese paso que parecía imposible y por fin la enfermera sintió que ya habían logrado superar aquello que la acongojaba tanto. Llevaban una semana de convivencia, acostumbrándose la una a la otra, entendiendo sus diferencias y sorprendiéndose con sus similitudes. Camila a veces, mientras veía a Lauren dormir a su lado, quedaba maravillada de cómo esa fuerza que parecía mover a todos los seres vivientes había obrado de tal manera que ahora esa chica tan maravillosa estuviese junto a ella. Era algo mágico y que no creía merecer.

Un día, mientras cenaban Normani, Lauren y ella, llegó Dinah con una sonrisa de oreja a oreja. Lauren, quien ya se sentía con mayor confianza dentro de la casa, se apresuró en ponerse de pie y traer un plato y unos cubiertos para la recién llegada. Dinah se lo agradeció con una sonrisa aún más grande y se acomodó en la mesa, en lo que se servía una buena cucharada de estofado. Las demás presentes no entendían a qué se debía tanta felicidad y querían preguntarle, pero fue Normani quien hizo la pregunta tan requerida:

--- Dinah querida, ¿podrías dejar de sonreír como psicótica y decirnos a qué se debe tu dicha?

Lauren se rio ante el comentario y Camila le guiñó un ojo. Esos intercambios de palabras entre ellas eran siempre así, por lo que no le extrañaba para nada. Dinah le sacó la lengua a Normani y en lo que se echaba una buena cucharada de estofado a la boca respondió, después de tragarse la comida:

--- Para que sepas, querida Normani, la obra de teatro en la que estoy trabajando se va a estrenar en un par de días. Así que el señor Nicholson III va a organizar una fiesta apoteósica para celebrar el estreno. Por lo tanto, están todas invitadas para ir a verme y, de paso, ir a beber un poco de champagne para conmemorar mi éxito. --- Se echó otra cucharada a la boca y añadió con la boca llena:--- Eso te incluye, Lauren.

La chica abrió la boca sorprendida y miró a las demás sin creérselo. Normani ahora empezó a reírse de su reacción y Camila no pudo evitar reírse junto con ella. Lauren dejó los cubiertos a un lado y le dijo, con un tono bastante calmado:

--- ¿Es una broma?

--- Claro que no, chica. Traje hasta los boletos. Me habría gustado invitar a mi familia, pero viven muy lejos y, dicho sea de paso, son un montón. Y no quiero abusar de la buena voluntad de Jackie Nicholson. Así que tendrás que sacar tu mejor vestido de gala y deslumbrarlos a todos.

--- Pero yo no tengo ningún vestido. O sea, tengo, pero los dejé todos en mi casa.

--- Entonces estamos en un problema, chica.

Lauren observó a Camila y ella se puso a pensar de inmediato. En el teatro podrían disimular con algún antifaz o velo en el rostro, pero sin un vestido, no podrían entrar. Notaba la ilusión de la chica en sus ojos, pero era un riesgo en esos momentos salir a la calle abiertamente a comprar un vestido. Podrían salir en la noche, como lo hacían de vez en cuando, pero las tiendas no abrían a esa hora. Y aun si llegaban a encontrar una tienda abierta, no podrían entrar así como así sin que alguien no reconociera a Lauren, teniendo en consideración la familia de la que provenía. Y Camila no tenía uno que calzara con las medidas de Lauren y sus amigas tampoco. Se le ocurría una opción, pero le daba miedo. Y Lauren supo interpretar su mirada.

--- No, Camila. Ni se te ocurra.

--- Lauren...

--- No. No quiero que arriesgues tu libertad por mi culpa. Más de lo que ya estás haciendo.

Las tres chicas quedaron en silencio y, por un pequeño segundo, Camila creyó distinguir algo de la señora Green de Jauregui en su mirada. Había olvidado lo testaruda que podía llegar a ser.

Smoke Gets In Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora