Capítulo 49

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16 de mayo, New York, 1959.

Camila estaba nerviosa. Lauren no había dado señales de vida en todo el día y eso la tenía preocupada, ya que sabía muy bien dónde se había ido a meter. En un momento se le cruzó la idea de ir a la casa de las Jauregui a buscarla, pero se contuvo, porque el poco sentido común que le estaba quedando le había dicho que eso sería encender aún más los ánimos.

En esos momentos extrañaba a sus amigas. Todavía no llegaban y eso también la tenía preocupada. Al menos habían tenido la delicadeza de llamar y decirle dónde se encontraban. Normani se había ido al hospital a cubrir un turno de emergencia y Dinah estaba en la casa de Ansel Elgort III. Y por lo que le dijo, al parecer llegaría muy tarde. Era bueno saber que sus amigas estaban mucho mejor que ella, pero le gustaría sentirse igual de bien.

Había sido una estúpida. Una estúpida bastante grande al caer en las redes de Eva Green de Jauregui de esa manera. Le habían ganado la rabia y las bajas pasiones. Y el hecho de haber disfrutado esa noche hacía que todo fuera peor. No tenía perdón y el miedo de perder a Lauren apareció con fuerza. Lo peor de todo eso, es que aquí no tendría que echarle la culpa a nadie, porque la culpa era de ella y de nadie más. Eva Green de Jauregui podría haberse bañado en azúcar y miel, pero era responsabilidad de ella mantenerse firme en su posición y respetar a la chica. Al parecer, tras dejar que el tiempo hiciera lo suyo, comprendió que no había grado de comparación entre lo hecho por ella y lo que hizo Lauren. Claro que no lo había.

Sintió pasos fuera de la puerta de entrada y se puso de pie. Tres golpes secos en esta la hicieron acercarse al umbral y abrirla de sopetón. Lauren la observaba sin ningún tipo de emoción. Venía entera, así que al parecer no había sido tan grave la cosa como se había imaginado todo ese tiempo. Trató de acercarse a ella, pero no la dejó. Rehuyó su tacto y se sintió muy mal. Habían vuelto al inicio.

— Lauren, ¿dónde fuiste?

— ¿Para qué me preguntas? Sabes muy bien que fui a la casa de tu amante.

Fue un golpe muy bajo. Camila se alejó de Lauren y la observó en silencio. La chica la miró directamente a los ojos y se encaminó a la habitación.

— ¿Sabes de lo que me enteré hoy, Camila?

— No, Lauren.

— Me enteré de algo sobre mi queridísima tía. Esa mujer por la cual sentí una admiración enorme y ahora odio con todo mi ser tenía un secreto enorme sobre mí.

Camila sabía muy bien qué le iba a decir. Pero tenía miedo de admitir el hecho de que sabía muy bien de qué se trataba.

— ¿Sabes cuál secreto era, Camila?

— Lauren, yo...

— Mi queridísima tía es en realidad mi madre, Camila. Esa mujer que se ha encargado de desgraciarme la vida no es más que mi madre. Me dio en adopción a los hijos de su madrina y la muy hipócrita vivió todos estos años burlándose de mí.

— Pero, ¿por qué te lo dijo? Ella dijo que no lo haría.

— Porque disfruta viéndome sufrir. Y la muy caradura después me dice que me quiere. Yo... — Lauren guardó silencio y la miró con los ojos entrecerrados. — ¿Cómo es eso de que ella dijo que no lo haría? ¿Acaso lo sabías?

Camila se quedó congelada y deseó con todas sus fuerzas darse de cabezazos en la pared. Definitivamente no era más idiota, porque había nacido en la fecha correspondiente. Lauren se acercó a ella y Camila quiso llorar. Había terminado por arruinar todo.

— Ella me lo contó ayer. Yo iba camino a decírtelo cuando te encontré con Lucy. Y luego yo...

— Y luego te revolcaste con ella. — Terminó Lauren con rabia. Camila ya estaba llorando para ese momento. — ¿Qué se siente, Camilita? ¿Acostarse con la madre y también con la hija? ¿Querías ser mi madrastra acaso? ¿Querías que también te dijera mamá?

Smoke Gets In Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora