Capítulo 78

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21 de julio, New York, 1959

El Boeing 377 de la British Overseas Airways Corporation con destino al Aeropuerto Idlewild de New York estaba realizando las últimas maniobras para poder aterrizar en América. La azafata a cargo de atender a los pasajeros se encontraba observando atentamente que cada uno de ellos realizaran lo que se les había pedido, pero en realidad era una excusa para observar a uno que se encontraba en primera clase y, a su juicio, era el hombre más atractivo que sus ojos pudieron haber contemplado en toda su vida. Su cabellera oscura con vetas doradas peinada correctamente y unas facciones que le daban un aire varonil, casi como una escultura griega, lo hacían destacarse por encima de todos los demás. Además, poseía unos ojos azules penetrantes que se habían posado solo dos veces en ella, pero las suficientes como para dejarla en un estado de éxtasis que nadie había conseguido antes en su vida. Aun así, algo impedía que se acercara del todo a él y no era solo el aura aristócrata que lo rodeaba, sino que parecía ocultar muchas cosas detrás de esa fachada de adonis.

Mientras tanto, aunque la muchacha trataba de ser lo más discreta posible, el pasajero era consciente de la mirada lujuriosa que le dedicaba. Sabía muy bien que, si él lo quisiera, tendría a  la mujer en la cama de un hotel apenas pusiera un pie en tierra, pero tenía cosas más importantes en que pensar. Un revolcón no podía sacarlo del itinerario que se había impuesto desde Inglaterra. Este era muy ajustado y debía pasar lo menos posible en suelo americano, ya que tenía muy claros los riesgos que estaba corriendo. Había pasado bastante tiempo desde la vez que había sucedido todo, pero no podía confiarse. Su abuela le había enseñado que era lo que menos debía hacer frente a aquellas situaciones en las que su integridad corriera peligro. Además, Rachel había decidido viajar y, si bien solía hacer vista gorda a sus aventuras, siempre le había dejado en claro que podía hacerlo cuando ella no estuviese cerca. Si ella se veía salpicada por el escándalo, podría convertirse en su peor enemiga y tampoco estaba como para soportar a su mujer en ese plan.

Suspiró y comenzó a tomar su maletín para poder salir rápidamente del avión. Tendría que pasar a la casa que tenía su abuela en la ciudad para luego ir a ver a esa maldita. El abogado le dijo que no bastaba con la firma de ella, sino que debían ponerse de acuerdo entre los dos para definir qué les correspondería tras el traspaso. Malditos trámites que le olían a una mentira de ella para importunarlo. Con suerte logró descansar un poco en la mansión familiar antes de tener que viajar a New York. Se había encontrado con su madre en la mansión en Inglaterra y le había pedido que le dijera a su hermana que respondiera las cartas que le había enviado con esos ojos verdes inundado en lágrimas. Le prometió que lo haría, pero de la manera más sincera posible, le importaba un comino y lo hizo solo para que lo dejara de molestar. Con Ruth se odiaban mutuamente y si por él fuera, lo mejor que podía hacer esa era morirse de una vez. Si no fuera por los apellidos y por el color de ojos, nadie pensaría que eran hermanos. Tenían muy pocas cosas en común. Sin embargo, dentro de todo el malestar que le producía pensar en su hermana, entendía el resentimiento que ella pudiese tener hacia sus padres. En parte, él también sentía lo mismo. Lorraine y Albert Wilson-Bracco eran unas personas increíblemente talentosas, pero los progenitores más negligentes que habían existido en el mundo. Nunca había conocido a personas que sufrieran lo mínimo, por no decir nada, por permanecer casi años completos alejados de sus hijos como ellos dos. 

Los odiaba. Odiaba a todos. Con suerte, sentía un poco de aprecio por su abuela. Era un demonio con clase, pero le había enseñado de todo para poder sostenerse en el mundo. Para que todos supieran quién era él y pudiese obtener todo lo que él quisiera. Además, sabía que tenía predilección por él en vez de esa marimacho que tenía por hermana. Al menos una de toda su familia, porque el viejo desquiciado de su abuelo adoraba a Ruth como si no existiera nadie más en el mundo. De igual manera, a pesar del abandono en el que habían vivido, era la única por la que su madre había mostrado un poco de preocupación y por quien sufría cuando decidía hacer sus desplantes e ignorarlos a todos. Él podría morirse y a duras penas la anciana se incomodaría un poco, pero solo porque todavía no tenía hijos y, en consecuencia, nadie a quien heredar su título.

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⏰ Última actualización: Jan 05, 2023 ⏰

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