Capítulo 64

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27 de junio, New York, 1959.

Lauren jamás había visto semejante caos en su vida. El salón estaba decorado sobriamente, donde el dorado y el rojo tenían un predominio. Las arañas de cristal eran tan majestuosas que era inevitable quedarse con la boca abierta observándolas. El piso brillaba tanto que la chica podía verse reflejada perfectamente en él. Jessica parecía un mini tornado, revolviendo aquí y por allá mientras organizaba el asunto. Alexander llevaba un traje de etiqueta, el cual ayudaba a mostrar una imagen imponente y atractiva. Sin embargo, estaba igual de incómodo que ella por la opulencia que los rodeaba. Al parecer ya había encontrado de cual de los dos lados provenía su personalidad introvertida. Claramente de Eva Green de Jauregui no, ya que se movía como pez en el agua en ese ambiente. Se rio al imaginar la pelea que se habría formado entre ella y Jessica si les hubiese tocado organizar en conjunto esa fiesta.

— ¿Estás nerviosa? — preguntó Alexander. La abrazó por los hombros y ella apoyó su cabeza en su hombro. Ya no tenía problemas en aceptar sus muestras físicas de cariño, lo cual era un avance enorme.

— Un poco. Creía que me habías dicho que sería una pequeña recepción.

— Yo pensaba lo mismo, pero cometí el error de darle libertad creativa a Jess.

Se rieron a carcajada limpia, hasta que Jessica apareció frente a ellos. Llevaba un vestido celeste con mangas largas y un prendedor dorado en el costado izquierdo, el cual servía a su vez para tomar parte de la tela y darle una vuelta de tuerca a un diseño que parecía muy simple. El cabello lo llevaba suelto en ondas, lo que permitía demarcar más sus facciones. Miró un reloj que llevaba en su clutch y abrió los ojos sorprendida:

— ¡Lauren, por Dios! ¡Mira la hora que es y todavía no estás lista! Vamos a vestirte.

— ¡Tranquila, Jess! Puedo hacerlo sola. — contestó Lauren un poco molesta.

— Nada de replicar, jovencita. No todas tienen la suerte de ser vestidas por su diseñadora. Así que apresúrate, que todavía tengo que añadir unos pequeños detalles a ese vestido.

Lauren suspiró y se fue junto a la pelirroja, mientras Alexander se reía todavía más. La chica bufó y entró al vestidor improvisado de Jessica. La mujer sacó una funda y de ella un vestido. Lauren se sonrojó, ya que tendría que desnudarse frente a la pelirroja, pero esta estaba de lo menos interesada en dejarla sola. Lo hizo rápidamente y Jessica pasó el vestido por encima de su cuerpo. La chica no pudo evitar abrir la boca al verse frente al espejo.

La pieza era una obra de arte. No supo cómo, pero Jessica al parecer había tomado todas sus medidas con una precisión milimétrica, ya que este se ajustaba a ella como un guante. Era de un rojo oscuro, casi burdeo, con bordados de hilo dorado en toda la parte de la falda, que era amplia. La pelirroja peinó sus cabellos de tal manera que le dieran una apariencia madura. El maquillaje resaltaba sus ojos y, por primera vez en su vida, Lauren no se sintió como una jovencita, sino que vio por fin a la mujer en la que se había convertido. Jessica se acercó y le puso una medalla dorada en la que una cruz se encontraba grabada. Lauren la tomó entre sus dedos y leyó una inscripción en la parte trasera: “Ada”.

— La bisabuela de Alexander y yo recibió esta medalla en el día de su mayoría de edad. Después se la entregó a su hija al cumplir la misma edad. Luego la recibió mi madre y también yo. Creo que es bueno mantener estas tradiciones en la familia y, como no pude estar en tu mayoría de edad, toca entregártela ahora.

— Jess, yo... — Lauren ni siquiera podía articular un sonido coherente. — Esto es tuyo y yo...

— Ay, Lauren. Ahora es tuya. Eres de la familia, cariño. Es lo correcto. Además, se ve mejor en ti que en mí.

Smoke Gets In Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora