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Le dolía el cuerpo. Ansiaba con desesperación quitarse aquellas molestas zapatillas y deshacerse de aquél pantalón de vestir, que no era el adecuado para estar sentada en posición de indio durante horas.
Mientras entrelazaba sus propias manos pensando en varias cosas, imaginó  lo curioso que le parecía la actitud que habían tomado los demás, como si se hubieran resignado a aceptar lo que estaba pasando, aunque claro, tampoco es que tuvieran muchas posibilidades. Los sollozos y lamentos se habían terminado, dando lugar a suspiros que de vez en cuando escapaban de los labios de los rehenes.

Más que asombrosa, la situación le sabía irreal.

Por primera vez en la historia de España, un grupo de armados entraban a atracar la casa de moneda y timbre, entre ellos, el que había sido su amante en una vida pasada, y para hacerlo más emocionante, justo el día de su cumpleaños.

Ni en sus sueños más extravagantes se imaginó una situación así.

Mónica, que permanecía a su lado, se mantenía igual de silenciosa que los demás; Valentina de vez en cuando le murmuraba un "Todo estará bien", aunque sabía que eso no ayudaba de mucho. La castaña se sentía impotente por ello, en especial porque sabía que no se debía de vivir tal cantidad de estrés estando encinta.

Por otro lado, un nudo se le formaba en el estómago cada vez que recordaba lo que había pasado con Andrés.

Juraba haber visto un brillo de nostalgia en su mirada, pero ¿Eso qué significaba? Lo suyo había sido hace tanto tiempo, que ni siquiera podía decir a ciencia cierta si aún sentía lo mismo por él. Se alegraba de verle, claro, aunque la situación no fuera la mejor, pero ¿Qué era lo que él sentía al especto?

Y justo como si su pensamiento lo hubiera atraido, Andrés de Fonollosa hizo acto de presencia en el lugar.

--En pie-- ordenó.

Su voz le anudó las tripas, mientras todos los rehenes le obedecían y se levantaban del suelo lentamente.

--Vamos-- comenzó a aplaudir para apurarlos-- Vamos--

Tina extendió la mano hacia donde estaba Mónica, y ella se la tomó poco después, apoyándose de ella para poder levantarse.

--Quitense los antifaces--

La chica apretó los labios ante ello, pero obedeció. Llevó las manos hasta su rostro y arrancó suavemente la tela que le cubría los ojos; su mirada recorrió el suelo durante unos segundos, en los que se acostumbró a la poca luz que había en el lugar.

Era claro que ya era noche. ¿Cuantas horas habían pasado?

El ruido provocado por las hélices de unos helicópteros sobrevolando la fábrica alarmó a algunos, lo que les hizo cuchichear.

--Quitense los antifaces-- exigió nuevamente, con un toque de fastidio-- Vamos a ser buenos--

Mónica volvió la mirada hacia su mejor amiga, con una pizca de temor, y luego la posó brevemente sobre los ojos de su amante, quien se encontraba en la otra fila.

Valentina agradeció en silencio el no tener esa cosa sobre los ojos. Era una pesadilla no poder ver absolutamente nada.

--Verán. Hemos tenido algún imprevisto-- continuó, caminando lentamente por el pasillo que se había formado-- Pero a pesar de los helicópteros, me consta que nos van a dar algunas horas de tregua y podrán descansar--

El líder se detuvo cerca de Arturo, pero su mirada se desvió hacia su costado. Sus ojos buscaron los de Valentina, a quien miró durante unos segundos en los que hizo una pausa en sus palabras.

Bᴇʟʟᴀ Cɪᴀᴏ    °Lα Cαѕα de Pαpel°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora