Sus ojos recorrieron las letras de aquél viejo libro una y otra vez, sin poder llegar a avanzar más allá de aquel párrafo. Había perdido la cuenta del número de veces que llevaba intentando terminar la hoja de aquél ejemplar, que había encontrado en el librero de Arturo Román y que trataba sobre...
Espera.
¿De qué iba la historia?
Un suspiro frustrado emergió de sus labios cuando se dio cuenta de que, por enésima vez, había perdido el hilo de la trama al distraerse con sus propios pensamientos. Su cabeza iba de aquí para allá evocando recuerdos del pasado, pensando en el futuro, e imaginando todo lo que pudo haber sido si las cosas con Sergio y Andrés no hubiesen terminado de la forma en la que lo hicieron.
En un escenario utópico tal vez seguiría viviendo en su querida y entrañable Florencia, con un certificado de la facultad de bellas artes colgando en la pared de su recibidor, para que fuera lo primero que todos los que llegasen de visita notaran al entrar. Tal vez, incluso, hubiese sido la quinta y última mujer con la que Andrés contraía nupcias, y con la cual habría decidido finalmente iniciar una familia formalmente.
En el peor de los casos, se imaginaba siendo participe del atraco como un miembro más de la banda, pero con un anillo de compromiso en el dedo que indicara el convenio que ella y Berlín habían establecido para unir sus vidas en sagrado matrimonio al salir de la fábrica.
Estaba segura de que alguno de esos dos escenarios hubiese ocurrido si las cosas hubieran ocurrido de forma diferente; lo único que le consolaba un poco era el creer que existían los universos paralelos, y que tal vez en alguno de ellos estaba viviendo aquellas vidas que ella misma se impidió tener.
Un pequeño ruido bajó su mente de las nubes y la trajo de regreso a aquel despacho de paredes de madera; no sabía cuanto tiempo había estado ensimismada en sus pensamientos, pero uno de sus pies había comenzado a hormiguearse arrebatándole una mueca de desagrado.
Odiaba esa sensación tan incómoda.
Poco después, las puertas corredizas que estaban frente a ella se abrieron de par en par, captando su atención al tiempo que dejaba colgar los pies del escritorio, donde había estado sentada desde hacía bastante rato.
Berlín fue el primero en ingresar al despacho, con calma, aunque su rostro reflejaba auténtica molestia por algo que Nairobi, quien venía detrás de él, le estaba diciendo. No parecía ser algo agradable por la forma en la que ambos atracadores mantenían el ceño fruncido mientras conversaban, aunque, cuando los ojos del líder se toparon con el libro que Valentina tenía sobre su regazo, su actitud pasó de ser severa a volverse irónica, al tiempo que recorría con la mirada el despacho como si buscara algo.
Después de unos segundos devolvió los ojos hacia ella, conectando con su mirada.
-¿Lo has tomado de aquí? -preguntó, interrumpiendo a Nairobi que hasta ese momento no había dejado de hablar. Al escuchar su pregunta fuera de conversación la morena miró al líder con extrañeza, para después reparar, casi enseguida, en la presencia de la rehén en aquella habitación.
Tina asintió con la cabeza respondiendo a la pregunta de Andrés, mientras la uniformada guardaba silencio incómodamente, en un intento de mantener la confidencialidad del asunto a discusión.
Berlín, por otro lado, soltó una suave risa al obtener esa respuesta.
-Arturito ¿un aficionado a la lectura? -dijo, acercándose lo suficiente para tomar el ejemplar en sus manos y analizarlo a fondo. Sus ojos recorrieron las letras impresas en la portada del tomo, tomándose unos segundos para echarle también una hojeada a sus páginas amarillas- Ese hombre tiene de lector, lo que yo tengo de santo.
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Bᴇʟʟᴀ Cɪᴀᴏ °Lα Cαѕα de Pαpel°
Фанфик❝Todo pintaba a que ese veintiuno de octubre sería un día maravilloso. Se había levantado más temprano de lo habitual sin perder el buen ánimo, y por primera vez en mucho tiempo, estaba decidida a alejar los pensamientos asesinos que el imbécil de s...