Sei

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Sus pies se tropezaban torpemente sobre el suelo pulcramente pulido cada vez que tiraba de ella, casi arrastrándola con sus largas zancadas, hasta que, con un jalón violento, Tina se zafó del agarre de Berlín. No podía ver su brazo debido a las mangas del mono, pero estaba segura de que ahora la marca de aquellos largos dedos estaba tatuada en su piel, como una quemadura. Segundos después, el débil ardor en aquella área confirmó en parte su teoría.

—¿Qué cojones se supone que estás haciendo? —Andrés se volvió a verle al sentir la brusquedad de su acto, envuelto en una pesada aura negativa que podía casi palparse— ¿Ahora quieres ser la heroína de la historia? ¿Ésta es tu forma de redimirte por tus pecados? 

Valentina le miró a los ojos con profunda seriedad, sintiendo cada músculo de su cuerpo tensarse a la par de sus palabras, que salieron de su boca como cuchillas: frías y cortantes.

—¿Dónde mierda está Mónica? 

El hombre frente a ella le miró imperturbable, hasta que una sonrisa torcida adornó su rostro.

—No termino de comprender por qué ese afán tuyo de actuar como la madre de una mujer que sabe perfectamente las consecuencias que sus actos pueden traer.

Una mueca desesperada se apodero de las facciones de la chica.

—¿Dónde está, Andrés? — le dijo, obligando a Berlín a retroceder un paso cuando ella se abalanzó hacia él—¿Dónde está, coño? ¿Dónde está? 

Berlín le observó respirando profundamente.

—¿Tú sabías lo del móvil? —preguntó en voz baja.

Estaba tan cerca de ella que podía ver con claridad el color castaño de sus ojos, opacados por profundos sentimientos que se arremolinaban en su interior. Sin embargo, la chica no reaccionó como él esperaba que lo hiciera.

—No— respondió y sus palabras sonaron sinceras— Y de haberlo sabido, yo misma lo hubiera entregado, ¿Y sabes por qué? — no esperó su respuesta— Porque no soy vuestra enemiga. Ahora ¿Me vas a decir dónde está Mónica? ¿O prefieres que yo misma la busque? 

La chica pudo notar como los hombros del líder se tensaron bajo su uniforme rojo, lo que le hizo fruncir el ceño con molestia.

—Bien

Pero antes de que Tina pudiera si quiera dar un paso, Andrés la detuvo firmemente de los hombros, obligándola a permanecer en su lugar.

—No la vas a buscar

Valentina dejó escapar una suave risa que carecía de gracia alguna, mientras su corazón martilleaba asustado contra sus costillas por lo que fuera a escuchar, pero, armándose del valor necesario, volvió a encararlo.

—¿Y me lo vas a impedir tú? 

Aunque la expresión en el rostro de Berlín era de dureza e indiferencia total, la apacibilidad con la que salieron sus palabras hizo que la muchacha le mirara con profunda atención, aflojando el cuerpo.

—Te he dicho que no la vas a buscar, porque no la vas a encontrar.

La imagen del rostro del líder se difuminó cuando las lágrimas empañaron los ojos de la joven, quien se quedó estática ante aquellas palabras. Aunque no lo había confirmado directamente, sabía a qué se refería con ello.

Andrés inspiró furtivamente el aroma de la chica, cuando le acercó a su pecho para envolverla entre sus brazos en un gesto que, si bien era amargo, intentaba ser reconfortante. Podía sentir como el cuerpo de Valentina se estremecía, una y otra vez, en silencio, mientras inclinaba un poco la cabeza para acercar los labios a su oído. Berlín respiró hondo, sintiendo el detestable peso de cargar con una mala noticia sobre la espalda; él sabía perfectamente que podía ganarse el oro siendo un hijo de puta, pero también tenía claro que la muerte era algo que, no debía temerse, pero sí respetarse.

Bᴇʟʟᴀ Cɪᴀᴏ    °Lα Cαѕα de Pαpel°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora