Quattro

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Los ojos le picaron como si tuviera arena dentro de ellos, lo que le obligó a cerrarlos casi enseguida. El aroma a madera y papel le inundó la nariz, mientras la calidez de la oficina de Arturo Román le envolvía como una manta que le transmitía seguridad.

No recordaba en qué momento se había quedado dormida y no logró encontrar un reloj en todo el lugar, como para darse una mínima idea de cuanto tiempo había pasado en los brazos de Morfeo.

Un pensamiento cruzó su mente y su estómago rugió ante ello. Comida. Necesitaba algo de comida.

Al espabilarse completamente logró notar el cambio en la superficie donde se encontraba; no sabía en qué momento llegó ese saco de dormir ni cómo demonios había ingresado en él, pero la simple idea de pensar en Berlín, teniendo un gesto amable con ella, le robó una pequeña sonrisa.

La charla que habían tenido resultó mejor a como ella esperaba, y aunque el imbécil de Andrés hubiese tocado temas sensibles, nada había cambiado para la chica. Berlín seguía siendo el mismo hombre con el paso de los años, y Tina sabía también que ella era la misma persona que quiso dejar en Florencia, aunque quisiera negarlo.

Se talló los ojos para retirarse los fragmentos de sueños que se quedaron entre sus pestañas, y luego se puso en pie. Sobre el escritorio había divisado una pequeña bolsa, pero sólo hasta que estuvo cerca notó que era comida.

Sus tripas chillaron dolorosamente.

Minutos más tarde, el bote de jugo estaba vacío y las migajas sobre la mesa eran la única prueba de que había existido un sándwich allí, el cual le supo como alimento de los dioses.

Estaba a punto de deshacerse de la basura, cuando las puertas se abrieron de par en par.

--Durante el día eres una y por la noche eres otra-- le dijo con ironía-- Luces mejor ahora que el ogro se ha ido--

--Buenos días para ti también, Berlín--

Recibió una sonrisa por respuesta.

--¿Qué tal tu habitación de lujo?-- continuó, sin cerrar detrás de él pues no había nadie más-- ¿La calificarías como cinco estrellas?--

Lucía igual de fresco que el día anterior.

--El colchón es un poco duro, pero el servicio a la habitación ha molado-- se encogió de hombros, siguiéndole el juego-- Le doy cuatro, porque el pringado del mucamo me ha venido a molestar en la noche y me ha dejado muy rayada--

Andrés alzó una ceja al escuchar cómo se había referido a él.

--¿Cómo me has llamado?--

Tina le devolvió la sonrisa irónica.

--Como ha escuchado, Señor Berlín-- respondió, recargandose sobre el escritorio.

El hombre ingresó al lugar con paso tranquilo, mientras la expresión en su rostro de contrariedad de disipaba dificilmente.

--Es hora de que vayas con los demás-- le avisó, ignorando por completo el tema de conversación anterior-- La señorita Gaztambide ha preguntado mucho por ti--

La joven frunció un poco el ceño, preocupada.

--¿Está ella bien?--

--Está intacta-- le dijo, para luego agregar con aire divertido-- ¿Qué esperabas que le hicieramos? No somos animales--

--Pues el tal Denver me dio esa sospecha-- respondió, cruzando los brazos-- Un poco sangre caliente ese tío, ¿no? Tan fanático del cine como tú y el Señor Román--

Bᴇʟʟᴀ Cɪᴀᴏ    °Lα Cαѕα de Pαpel°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora