Apuesta.

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Muchas gracias por su atención. Mil gracias por el apoyo que está recibiendo este triste intento de historia.

Como siempre nada me pertenece yo solo ocupo los personajes sin fines de lucro.

Capitulo. XII. Apuesta.

Agnar estaba en la biblioteca viendo un planisferio, estaba marcando una ruta marítima para poder hacer turismo junto a su esposa, pues con Elsa en el trono, tenían mucha libertad, y que mejor manera de disfrutarla qué haciendo un viaje.

Estaba apunto de marcar la última ruta, cuando un toque en la puerta lo distrajo.

- Pasen.

- Mi señor. - era Gerda que se asomo por la puerta, antes de entrar y cerrar la puerta para evitar ojos y oídos curiosos. - Hubo un problema con la reina y con el príncipe, la señora Iduna está con ellos en el despacho de la reina, pero solicita su presencia.

- ¿Que sucedió? - preguntó, caminando hacia la puerta, y saliendo por ella, con Gerda a su espalda.

- Ruego me perdone, pero es mejor que lo escuche de mi señora Iduna.

Agnar le dio un ligero malestar en el estómago al no saber que es lo que estaba sucediendo, por lo que aceleró su paso.

Al llegar al despacho, su esposa estaba dando vueltas enfrente de Elsa y de Andrew, pues estos estaban sentados en las sillas que se encontraban enfrente del escritorio. Apenas entro pudo sentir la tensión en el aire, y no tuvo que hacer mucho esfuerzo para saber que el inconveniente era por parte de sus hijos, pues de las pocas veces que los regañaron tomaban la misma postura, cabeza gacha y como si quisieran hacerse uno con su silla.

- ¿Que es lo qué pasó? - dijo apenas Gerda cerró la puerta.

Iduna se paró en seco, su rostro estaba rojo, y sus facciones se rehusaban a definir como sentirse, y Agnar aún podía ver por el rostro que ha amado por años el fantasma de lagrimas.

- Gerda y yo venimos, pero al entrar los encontramos... los encontramos... - las palabras se rehusaban a salir de su boca, e Iduna sintió como el ardor de los ojos volvía, y empezó a respirar con agitación pues sentía que el aire le faltaba.

Agnar al ver el mal estado de Iduna se acercó a ella y la tomo entre sus brazos. Después de unos minutos sintió como el cuerpo de su esposa dejaba de sacudirse, y volvía a respirar con normalidad.

Con un último respiro, Iduna se alejó del cuerpo de Agnar y alzó la mirada para confrontarlo.

- Los encontramos besándose.

Agnar podía estar preparado para muchas cosas, pero para esa noticia ciertamente no lo estaba.

Sintió como si le hubieran golpeado en el estomago haciendo que todo el aire abandonará su cuerpo, y por la súbita falta de aire se sintió desmayar.

Apenas volteo la mirada hacia sus hijos, y sin siquiera pensarlo, alzó su mano sobre de su cabeza y le dio un gran golpe en el rostro a Andrew, volteándole el rostro. Elsa al ver la acción de su padre, estuvo a punto de levantarse a detenerlo, pero Andrew la detuvo apenas lo pensó. Andrew volteo de nuevo hacia su padre, y después a un lado escupiendo un poco de sangre hacia el suelo.

- Tu.. tú... maldito in... - Agnar apenas podía hablar, su voz era más gruñidos, y respiraciones profundas que palabras.

Pero como si fuera una mala broma del destino, las alarmas de emergencia empezaron a sonar, Agnar dio un último vistazo a sus hijos antes de correr al balcón desde donde se podía ver el fiordo, el pueblo y el mar.

Los demás siguieron al anterior rey hasta quedar a su lado. El pueblo entero salía de sus hogares y centros de trabajo para ver la causa de la alarma.

Y los corazones de la mayoría se llenaba de temor con la escena que estaban presenciando. Toda una flota se asomaba por el mar, más de cincuenta buques de guerra, todos hondeando tres banderas, y aún en la lejanía pudieron identificar cada una de ellas, la de las islas del sur, la cruz de plata de la santa cruzada del vaticano, y por último la del reino de Weselton.

- Hijos de perra. - Dijo Elsa, al parecer la carta de la mañana solo era como creía para que bajara la guardia.

Y antes de que Elsa y Agnar empezarán a gritar órdenes a la guardia y a la armada, Andrew los detuvo con sus manos.

- Antiguo rey, mi señor Agnar. - Todos estaban sorprendidos de la voz de Andrew, era extrañamente calmada, y un escalofrío recorrió la columna de los presentes, más del nombrado. - Si ganó esta batalla yo solo, si sobrevivo y traigo ante usted las cenizas de los que nos atacan, ¿Me permitiría poder cortejar a su hija?

Elsa casi de inmediato asoció las palabras de su amado, eran las palabras del héroe del cuento que le leían de niña, con el mismo nombre. Pero un pensamiento arroyo ese pequeño detalle, pues estaba arriesgando su vida por la oportunidad de poder estar juntos, su corazón sentía la más extraña de las sensaciones, el temor de perderlo, el anhelo de poder estar a su lado, y el agradecimiento de que hiciera ello por poder estar uno a lado del otro.

Antes de que Elsa e Iduna pudieran interferir en la misión suicida de Andrew, Agnar alzó la mano, deteniendo a ambas. Su corazón se partía con la idea de perder nuevamente a su hijo, y dentro suyo, sabía que no habría mejor hombre para su princesa, que aquel que arriesga su propia vida por una a lado suyo.

Respiro hondo antes de hablar. - Si acabas con ellos, tendrás mi bendición para su unión. - le costó mucho trabajo decir aquello, pero era la única manera de dejar que estuvieran juntos.

Andrew estaba apunto de salir, pero la mano de Elsa tomo su brazo deteniéndolo, y con la mirada le pidió a sus padres y a Gerda que los dejaran solos. Estos al ver la súplica en los ojos de la reina, abandonaron el cuarto. Pues tenían que hacer que los civiles estuvieran a salvo.

Apenas supo que estaban solos, Elsa abrazo a Andrew, escondiendo su rostro en su pecho. Andrew sentía como las lágrimas mojaban su pecho, y escucho los débiles gimoteos que estaba dando su reina. Solo pudo abrazarla para que supiera que en ese momento estaba con ella.

- No lo hagas. - suplico Elsa, con apenas voz.

- Debo hacerlo, quiero poder estar contigo.

- Pero... yo no quiero perderte. - gimoteo Elsa. - No puedo perderte de nuevo.

- Prefiero morir a no poder estar a tu lado.

- Prométeme que no morirás.

- Mi reina. - Andrew le alzó el rostro para ver los más hermosos ojos, y la beso con toda la ternura que podía. - Le juro no voy a morir, pero prométame, que cuando vuelva, aceptara ser mi esposa.

Elsa sintió como los ojos se le llenaban de lagrimas. Y solo pudo asentir antes de besarlo prometiendo cada uno el anhelo del otro.

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