No dejes que te persigan,
te persignas, corres,
te intentas alejar.
Es la caza de brujas
y a ti te han ido a buscar;
no eres culpable de nada,
pero igual te van a quemar.
Huyes, lo intentas.
Sientes tu corazón en el pecho,
te escondes tras un baúl.
Oyes sus pasos,
los gritos,
no puedes más;
si no te matan, del infarto morirás.
Consigues escapar
y a otra habitación entrar.
Entonces cae la noche,
aunque asustada,
tienes por fin un minuto de paz.
No te sirvió de nada:
no lograste descansar.
Sientes cerca tu final,
en sus manos vas a acabar.
Aunque no dejes de intentar escapar.
Te han acusado injustamente
y no tendrán piedad.
Quinientos contra uno,
quien sabe siquiera si son más.
Te quieren matar,
contigo quieren acabar.
Para ellos no eres más
que una bruja usando un disfraz.
Nadie sabe la razón,
no se sabe porqué se te juzgó,
no tenemos claro quién te condenó,
no sabemos qué ocurrió.
Tal vez la vida sólo sea de desdichas una sucesión.
Y nosotros marionetas que se mueven bajo el telón.
Estas sentenciada a muerte, y yo sólo soy un espectador.
Otro día más huyendo, no te quieres resignar.
En el fondo todos saben que en tu casa materna estás;
llorando en la cama de un viejo familiar,
bebiendo para intentar olvidar lo que sabes que te va a pasar.
Llegan las doce; y con ella tu final.
Te encuentran: te golpean, te amarran, te pegan.
Y aunque no te quedan lágrimas,
aunque con la mejilla ensagrada sonrías,
en el fondo sólo quieres que llegue ya.
Al fin y al cabo, muerta, menos que en vida sufrirás.
Te amarran contra el tronco,
una astilla en el brazo te acabas de clavar (qué más da).
Entre la multitud, ves a tus padres llorar.
Terminan de colocar las maderas
y antes de incendiarlas una frase te dejan pronunciar
"Gracias por ponerle a mi sufrimiento final,
sois los monstruos que me quisieron culpar
pero yo no os puedo odiar, entre risas me vais a matar,
pero yo sólo quería..."
La empezaron a quemar, no le dio tiempo a terminar de hablar,
empezó a gritar y los chillidos de agonía no tenían final.
Sin maldiciones, sin reproches, sufriendo mientras sonreía,
llorando entre gritos y apenas sin fuerzas para tratar de escapar.
Se le calcinaba el pelo, de la falda nada quedó,
la piel quemada por completo,
su alma de su cuerpo desapareció.
Una caza de brujas, ¿quieren saber quienes eran las brujas?
Una la ató, otro la hoguera prendió;
¿pero quién lo pagó? la pobre que nueva a la ciudad llegó.
Y por tortura finalmente murió, ni un buen entierro se le concedió.
Sólo faltó una estaca en el corazón,
un empalamiento de su cabeza,
sólo faltó que un ser humano demostrar al fin de todo tener corazón:
pero nadie lo demostró.
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Frío.
PoetryNo soy yo. No eres tú. No es nadie, y a su vez, somos todos. Relatos de una mente perturbada. Estos relatos se pueden leer desordenados. Se dividen en dos bloques que están mezclados: Nombres en latín Nombres en castellano.