»Azul de la calma«

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—Eres Dareki

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—Eres Dareki.

—¿Qué?

—Tu nombre es Dareki Hoshima, ¿no? —Inocente, creyó a verse confundido— ¿E-Ese es tu nombre?

La chica encarnó las cejas es una mueca de confusión total. Pero luego de recordar haberse presentado ante Madoka, sacó la conclusión que ella le había revelado su identidad. Y tanto que esta esperaba que él mismo lo descubriera.

—Sí, así es —Afirmó tajante aliviando al pobre Gingka—. ¿Qué quieres?

—Bueno... Invitarte a almorzar.

Era la hora exacta de la comida de un mediodía.

Acomodándose el bolso, Dareki respiró a penas procesó esa propuesta. Claro está, que su familiarización con la ciudad no era algo hermoso, porque no tuvo un favorable tiempo para recorrer y conocer los alrededores, así que si quisiera recorrer por las zonas, se perdería tal cual laberinto.

—Espera, ¿es una cita?

—¡Oh, no! —Negó Gingka meneando las manos a los lados, sin nervios— Solo pensé que sería una buena idea porque ayer no fui amable contigo. Y, ya sabes, eres nueva en la ciudad.

—Entiendo... Pero no gracias. No quiero.

—Ah... —Esas agrias respuestas no podrían ser reales a menos que alguien más las viera de frente— ¿Estás resentida todavía? ¡Ya te dije que lo siento! ¡Me costó encontrarte por cierto! Era como estar jugando a las escondidas con un ratón.

No mentía. Pasó parte de la noche y mañana, revisando hasta debajo de las piedras en busca de la chica. Molestando a otras personas para recibir indicios de su localización. Por su suerte cuando se dignó a comer —que casi se desmayaba en las aceras—, la encontró caminando por la calle y ya se hallaba junto a ella, con la cara de un tonto insistente.

—Solo no quiero; estoy ocupada. Además... —La pelinegra jugó levemente con uno de sus mechones, enredándolo en un constante movimiento de sus dedos— Me caes malísimo.

—Eres increíblemente directa ¿sabías? —Quiso sonreír él, y lo que le salió fue un intento mega fallido de ello—. Aunque deberías considerarlo, ya que tienes que esperar a que Madoka arregle a tu bey. ¿No crees que así matarías el tiempo? —Terminó siendo tierno.

Esa capacidad de convencerla era tan inhumana como la frialdad de Dareki. Realmente no quería ir, por otro lado en sus palabras veía razones validas para ser aceptadas. Estuvo a punto de responder, pensando mejor el asunto... Hasta que concluyó en un rotundo "No". ¿Estaba dándole oportunidades al disculparse? Jamás de los jamases.

—Eh... Ya te dije que no. No sé, no me gust-

—Te pagaré lo que quieras.

Lo reconsideró en un parpadeo.

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