Al día siguiente Patrick se despertó muy temprano. Estaba ansioso por volver a ver a Mónica. ¿Habría leído la carta? ¿Y habría pensado la respuesta a la pregunta que le planteaba al final?
Estaba esperando que llegara el momento de volverla a ver con el fin de descubrir su respuesta.
Llegó media hora antes de que empezaran las clases al instituto. Apenas había gente por los pasillos. A la primera persona que se encontró fue a J.K.T. Robinson, quien le saludó con una extraña y forzada sonrisa. Al parecer, el profesor de historia, estaba nervioso por empezar las clases y estaría revoloteando por los pasillos revisando cada una de las clases para que todo estuviera perfecto y en orden.
Todo era silencio. Patrick entró cuidadosamente en su clase y lo primero que hizo fue buscar la carta que había dejado a Mónica en el cajón. Si estaba quería decir que la leería hoy, y seguramente hasta mañana no le diría nada. Pero, si no estaba, significaba que ya la había leído y que hoy le diría esa esperada respuesta.
Comprobó al agachar la cabeza hacia el cajón de la chica que ésta tenía en perfecto orden todos los cuadernos y libros. Como si los hubiera ordenado un hada con magia para que quedaran perfectamente apilados uno sobre el otro.
Levantó la pila de cuadernos -el lugar en el que había escondido la carta- y, sonrió al ver que no había nada debajo.
-Ahora solo hace falta esperar- se dijo a sí mismo en un susurro.
***
Mónica se levantó y se vistió. Quería ir cómoda a clase. Así que se puso unos vaqueros, una sudadera de Pepe Jeans y unas Converse. Nunca le había gustado llevar marcas. Sin embargo, su madre le insistía en que si las llevaba, aparentaría ser mejor. Cosa que a Mónica le parecía una ridiculez. Aunque, echando un vistazo a toda la ropa de su armario, descubrió que todas las prendas llevaban un logo diferente. Y es que su madre le compraba casi toda la ropa. A ella simplemente no le gustaba. Lo que era bastante raro a su edad. Ella prefería aprovechar el tiempo para otras cosas. Como salir a pasear, en bici o simplemente quedarse en casa tocando el piano.
Cogió de su mesilla sus queridos pendientes de pluma que tanto le gustaban, y, al ver que eran más de menos cuarto, salió precipitadamente con su mochila -de Adidas, cómo no- de casa.
***
Ya empezaban a llenarse las clases. Todos los chicos y chicas, se dirigían a sus respectivas clases entre risas y grititos de emoción. ¿Qué le veían de emocionante a venir a clase a las ocho de la mañana todos los días para estar tan felices? Tal vez simplemente fuera porque ellos tenían amigos. Patrick, en cambio, no los tenía.
Su amigo de la infancia, Gus, se marchó hace muchísimo tiempo a Inglaterra por el trabajo de sus padres, y, ahora solo podía hablar con él por WhatsApp y por teléfono.
En su día, cuando Gus le informó de que se mudaba, Patrick sintió una gran tristeza. Jamás se le hizo fácil tener que abandonar así a su mejor amigo. Desde entonces, Patrick se limitaba a andar solo por el instituto, siendo el hazmerreír de todo el mundo.
Y ya habían pasado muchos años, y Patrick apenas le daba importancia. Ya se había acostumbrado a las risitas de sus compañeros de clase, siempre a sus espaldas. A la hora de la verdad, él había madurado, y, pensaba que era mejor estar solo que mal acompañado.
La clase ya casi se había llenado. Solo faltaba Mónica. ¿Y si no venía a clase porque no quería contestarle a su carta? ¿Y si se sentía tan avergonzada que no volvería al instituto y hasta llegaba a cambiarse para alejarse de él? Mil pensamientos se agolparon en la cabeza de Patrick, al mismo tiempo que Mónica entró precipitadamente a clase justo un segundo antes de que sonara el timbre.
***
Las dos primeras horas se hicieron eternas. Primero tuvieron Matemáticas y, luego, cómo no, Historia.
La idea de que mañana fuera sábado le satisfacía muchísimo. Aunque sus sábados no fueran tal vez como los de sus compañeros de clase. A ellos les encantaba organizar fiestas en una casa diferente cada finde, y, nunca olvidaban llevar alcohol. Una vez, Patrick salió a tirar la basura a eso de las doce y media de la noche, y, enfrente, en la casa de Mary, observó como todos estaban bailando y cantando muy borrachos. Y calculando que todavía les quedaban cuatro horas de fiesta y desfase, Patrick no quería ni imaginar lo mal que acabarían algunos aquella noche. Él, para ser sinceros, jamás había probado el alcohol. Le parecía que su hígado no aguantaría todo ese exceso de sustancias, y, que reventaría a la segunda cerveza que se tomara.
Se preguntaba si Mónica sería del estilo de Mary y sus amigas, o del de él. Seguramente sería más del primero.
Ya era la hora del patio. Él comenzó a bajar las escaleras solo como habitualmente, y, con él se llevaba un buen libro para entretenerse en esa media hora de recreo. No se dirigió a Mónica en todo lo que llevaban de mañana. Ni tan siquiera un "hola". Quería que fuera ella la que diera el segundo paso. ¿Porque él dio el primero con la carta? ¿No?
-Hey, ¿no me vas a esperar?-gritó alguien detrás suyo con una voz femenina muy dulce.
Patrick vio a Mónica muy guapa. Viéndola en clase le parecía preciosa, pero más de cerca, le parecía impresionante. Sobre todo por el brillo verde que caracterizaban sus ojos.
-Sí... Claro... Pensé que a lo mejor...Igual...- dijo Patrick, nervioso a más no poder.
-¿Pensabas que iba a querer estar sola en mi segundo día de clase?-preguntó Mónica, intentando descifrar las palabras sueltas y sin conexión alguna, que el chico había soltado antes.
-Bueno, no del todo, pero...
-Leí tu carta- le volvió a cortar con una sonrisa- Y la respuesta es sí. ¡Quiero salir contigo!
Patrick quería pellizcarse el brazo para ver si se trataba de un sueño o si era realmente cierto. Pero no le hizo falta, cuando, poco a poco sintió los labios de Mónica suavemente sobre los suyos.
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© Siempre recordaré tu estrella
RomanceSi alguna vez, en el momento más inesperado, perdieras a tu gran amor, no pierdas la cabeza. Patrick es un chico de 17 años que acaba de conocer a su mayor tesoro, Mónica. Vivirá una genial historia de amor pero que se encaminará a un trágico final...