1. Recuerdos de verano

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Aquella noche soñé con ella. Estaba encima de una barca, a la orilla de mar. Sus piernas bronceadas se balanceaban con el movimiento del agua. Estaba serena, con los ojos cerrados, inspirando el aire puro que le proporcionaba el océano. El sol le pegaba en la cara. Por un momento abrió los ojos y se vieron más verdes que nunca. Brillaban como dos piedras esmeralda que cualquiera querría robar.

Era preciosa en todos los sentidos. Él miraba desde la orilla pero no se atrevía a correr a su lado. Tal vez fuera tanta perfección para él, que no se sentía capaz de hacerlo.

Sin embargo, él tenía claro que se acababa de enamorar.

***

Patrick se despertó cansado. Miró el despertador, y, comprobó con suma tristeza que ya era la hora de levantarse. El reloj marcaba las siete en punto. Dentro de una hora tendría que enfrentarse a una de sus peores pesadillas: empezar el instituto.

Y es que Patrick nunca se había sentido muy integrado entre los chicos de su edad. Ellos se limitaban a charlar de fiestas, alcohol, desfase...

Él, en cambio, solo ansiaba poder contarle a alguien sus aventuras de este verano. Cómo había pasado tres meses en aquella casita de madera que tenía su tío a orillas del mar, en la playa. Cómo iba todos los días a pescar con él. Y, cómo sintió el mayor flechazo de su vida.

Todo ocurrió aquel 1 de julio. Patrick estaba sentado en un taburete a la orilla del mar. Aquel día había decidido ir a pescar solo, ya que tenía los conocimientos suficientes enseñados por su tío Huge.

Lanzó la caña de pescar al agua. Y, esperó ansiosamente a que cualquier pez-grande, mediano o pequeño- picase.

En ese momento, mientras esperaba ansiosamente que un animalillo tirase de la caña, la vio.

Tal y como había soñado otras tantas veces. En una barca. Tenía el pelo largo y castaño, sus ojos eran verdes y su cuerpo era perfecto. Llevaba un vestido verde lima que hacía que se le trasparentase algo el sujetador, algo que a Patrick le dejó con ganas de más.

En ese momento, le pareció un ángel caído del cielo. O, mejor, una sirena arrastrada hasta la orilla por las corrientes del océano.

Sintió un escalofrío por todo el cuerpo. Un escalofrío inexplicable. Luego pasó por su estómago. Como si cien mil mariposas se hubieran apoderado de él. En ese momento sintió que se había enamorado.

© Siempre recordaré tu estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora