5. En fin... ¿quieres salir conmigo?

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Uno en frente del otro. No sabían qué decir. Los dos se conocían de antes, pero, jamás habían hablado de ello. Hasta ese momento.

¿Qué pensaría a partir de entonces Mónica de él? ¿Pensaría que era el típico chico que estaba desesperado por encontrar novia? ¿O tal vez le diría que ella también había estado colada por él desde el día en que lo vio en la playa pescando.

Seguramente, opinaría lo primero. De no ser así, el mundo no tendría sentido. ¿Cómo él, Patrick, iba a salir con una chica como Mónica?

Imposible. Totalmente imposible.

De repente, la voz profunda del director resonó por el pasillo.

-Mónica James. La espero en mi despacho dentro de dos minutos.

Mónica se disculpó diciéndole a Patrick que volvería enseguida y, salió corriendo, en dirección al despacho del director Henry. Corría ligera. Como si fuera un cervatillo ágil y veloz.

***

¡Toc! ¡Toc! Llamó a la puerta dos veces asustada. No sabía qué le iría a contar aquel director. Y, aunque tan solo fuera para darle la bienvenida al instituto, le imponía demasiado respeto como para estar lo suficientemente serena.

Abrió la puerta lentamente y, comprobó como el director estaba sentado cómodamente en un sillón de cuero negro, con las largas piernas apoyadas sobre una pequeña mesita de color caoba. A diferencia de otros despachos de director, éste carecía de una mesa y de papeles e informes apilados en estanterías. De hecho, esa sala parecía más bien una pequeña salita de recepción. Como la que habría en un dentista, por ejemplo.

-Buenos días, señorita James.

Era la primera vez que la llamaban por su apellido y eso la puso más nerviosa de lo que estaba, si es que era posible.

- La he llamado para informarle de una oferta que no podrá rechazar.

Esta vez, Mónica vio cómo el profesor cogía una taza de café que había dejado sobre la mesita y cómo le daba un sorbo, observándola continuamente.

Mónica se retiró un mechón de pelo de la cara sin decir nada. Lo único que hacía era escuchar al director.

- Sus padres me han dicho que les gustaría que dispusiera de clases particulares de piano que le harían mejorar a lo largo del curso. Y, para ello, me gustaría que aprovechara la oportunidad de que mi hijo le diera esas clases.

Mónica estaba muy sorprendida. ¿El hijo del director iba a darle clases particulares a ella? ¿Acaso era ella una alumna privilegiada en aquel centro? No lograba comprender nada.

-Mi hijo le ofrecerá clases los lunes y jueves de seis y cuarto a ocho y cuarto. Le examinará cada trimestre y le animará a dar un concierto a fin de curso para el alumnado y profesorado del centro.

Mónica estaba furiosa. Sabía que no podía contradecir las palabras del director, pero, le daban muchísimas ganas de decirle que a ella no le gustaba ese sistema.

Ella había sido autodidacta. Nunca le habían dado clases de música. Ella había sido la que había aprendido y mejorado su nivel a lo largo de los años. Sus padres intentaron convencerle de que ir a clases de música, le ayudaría a convertir su sueño en realidad de ser pianista.

Sin embargo, a Mónica jamás le había gustado el método de estudio que utilizaban los profesores de los conservatorios. Había oído que sometían a sus alumnos a una gran presión y un disciplinario estudio de la técnica más compleja del instrumento. Hasta llegar a superar a cualquier concertista profesional, o, al menos, hasta parecerse a él.

A ella le parecía que estudiar de manera tan mecánica no tenía ningún sentido. La música había que interpretarla con el corazón, no con la cabeza. A ella lo que le gustaba era poder expresar sus sentimientos más íntimos a través de los hermosos sonidos del piano.

Y, eso, era algo que no se podía enseñar. Eso era algo que lo llevabas en la sangre o no lo llevabas. Ella sentía que no necesitaba más que eso.

Por eso mismo, al escuchar la oferta del profesor, no sabía qué contestar.

Tal vez ella jamás había sido alumna en una clase de piano, pero tampoco pasaba nada por intentarlo. O eso creía al menos.

-Me parece una oferta estupenda- respondió finalmente.

***

No podía decírselo de nuevo a la cara. Ya era lo bastante tímido como para decirle dos veces a esa chica que estaba enamorado de ella.

Por eso, decidió explicarse textualmente, en vez de hacerlo oralmente.

Abrió uno de sus cuadernos, y, arrancó una de las hojas cuadriculadas. Sacó un boli de su estuche, y, Patrick comenzó a escribir.

"Hola Mónica;

He esperado todo el verano para decirte lo maravillosa que eres, y, ahora puedo decírtelo. Estas palabras que estás leyendo son las mismas que me hubiera gustado que escucharas antes de que te marcharas al despacho de Henry-así se llama el director-.

Aunque soy un chico muy tímido y seguramente, ehubiera sido incapaz de decirte absolutamente nada. Por eso me gustaría decirte...

En fin... ¿Quieres salir conmigo?

Patrick"

© Siempre recordaré tu estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora