3 de marzo de 2008
En la casa de los Granger-Weasley reinaba la tranquilidad. La matriarca, ya con el embarazo llegando a su fin, reposaba en su cama mientras leía un libro sobre maternidad. No era que lo necesitara, ya tenía una hija de dos años en su vida, el material de lectura era para matar el tiempo. Estar embarazada, aunque era algo hermoso, también era aburrido, al tener que estar todo el tiempo sin hacer demasiadas cosas para no perturbar al bebé.
Desde la sala, le llegaba el ruido de la radio donde su marido escuchaba el partido. Hermione Weasley lo escuchaba gritar de frustración cada cierto tiempo, haciéndole saber que los Chudley Cannons iban perdiendo. También escuchaba la vocecita de Rose, su pequeña hija, que ya con dos años había sido instruida para que apreciara el Quidditch. Ronald Weasley había hecho un gran trabajo con ella.
La mujer de cabello castaño pasó la página del libro, ya con las hojas desgastadas de tanto haberlo leído, mientras su dedo hacía círculos en su vientre muy abultado. La fecha del parto estaba cerca: los medimagos le dijeron que dentro de una semana tendría a su bebé. Los últimos meses se la pasó imaginando un bonito niño castaño jugando con un oso de peluche y también a una niña de ojos como la avellana usando vestiditos para su diminuto cuerpo. El matrimonio no sabía el sexo del bebé, querían que fuera una sorpresa, tal y como fue con Rose.
El capítulo del libro hablaba sobre qué hacer en caso de que los bebés no quisieran tomar leche materna y la señora Weasley leía para pasar el rato, pero entonces el brazo le empezó a escocer. Dejó el libro de maternidad a un lado y se incorporó para darse una mejor idea de lo que sucedía. Mientras números romanos iban apareciendo en su brazo derecho, ella rompió bolsa.
Su bebé iba a nacer aquel día.
—¡Ron! ¡Ron, ven rápido! —Cuando lo llamó por tercera vez, su marido entró a la habitación bruscamente. La mirada que tenía era de alerta, los dos sabían que algo así podía pasar—. Rompí bolsa, Ron.
Por tener experiencia con el anterior embarazo y haber estado planeado todo para aquel día las últimas semanas, actuaron rápido para no hacer demorar al bebé. A la vez que ayudaba a su esposa a bajar las escaleras, el señor Weasley le gritó a su hija que llamara a su tío para que viniera, algo que le habían enseñado a Rose para esta situación. La niña, aunque había cumplido dos años un mes atrás, era bastante despierta y, al igual que su madre, muy inteligente.
La mujer hizo una mueca de dolor por la contracción.
—Va a nacer hoy —sollozó ella, levantando el brazo para mostrarle a su esposo la nueva fecha que adornaba su piel.
—Sí, tío. Mami va a expulsal al bebé de su vagina —escucharon que decía Rose, en su tono más infantil—. No sé, cleo que comélselo le sentó mal y va a vomital-lo, o algo así.
—Dile que venga rápido acá para cuidarte, Rose —indicó su padre.
Pero no hacía falta. Los Potter, al igual que ellos, eran magos y tenían un transporte llamado Red flu, por lo que mientras Rose le gritaba al teléfono porque su tío no respondía, Harry Potter apareció con el cabello despeinado y la misma mirada de nervios que su cuñado había tenido. No hizo falta decir palabras, Ronald aplicó un hechizo de protección sobre Hermione y los dos usaron la Red flu para ir al Hospital San Mungo, mientras su mejor amigo se hacía cargo de la niña.
Horas más tarde, la señora Weasley pujaba para hacer nacer a su bebé, sin contar con la ayuda de su marido, que yacía desmayado en el piso de una habitación de San Mungo (lo mismo había sucedido en el parto de Rose). El medimago le daba instrucciones mientras que las sanadoras le daban ánimos, sujetando su mano o acariciándole el cabello.
—Ya, ya, madame Weasley, ya salió la cabeza —le dijo el medimago para alentarla—. Solo un poco más, siga pujando.
Ella lo intentaba, pero la fuerza que usaba era dolorosa y en aquel lapsus de sufrimiento se prometió a sí misma no tener más hijos. Tenían a Rose, pronto tendrían a un bebé, su familia estaría completa con cuatro integrantes. Hermione apretó con fuerza las manos de las sanadoras y pujó.
—¡Ya salió casi todo el cuerpo! —exclamó el medimago—. ¡Es un niño! Vamos, siga pujando, siga pujando.
El marido despertó en el momento indicado, ayudado por el hechizo de una sanadora, y todavía mareado, se acercó a su esposa para ayudarla con la última parte del parto. El bebé ya estaba naciendo, ya iban a tener a su hijo. Con el último esfuerzo, la señora Weasley pujó y se dejó caer en la cama por completo, mientras el medimago sostenía al recién nacido y las sanadoras se acercaban para examinarlo.
En la habitación, se escuchaban las respiraciones irregulares, entonces el llanto desgarrador del bebé. Aunque el matrimonio Weasley sabía que era normal, no pudieron evitar sentir aprensión al ver como su hijo lloraba de dolor mientras letras iban apareciendo a un costado de su cuerpo. Eran las mismas que Hermione tuvo aquella mañana, las mismas que aparecieron en la cadera de Ronald mientras estaba desmayado. Su hijo tenía la fecha del día de su nacimiento tatuada en su piel: III III MMVIII.
—Tranquilos, esto hará que se sienta mejor —informó el medimago, poniendo una pomada mágica sobre la primera marca del bebé, que seguía llorando—. Le daremos un poco, es probable que los siguientes días le moleste su marca, pero es normal en los recién nacidos.
—¿Cómo van a llamarlo? —preguntó la sanadora, mientras alistaban al bebé para llevarlo a otra habitación a examinarlo.
La pareja se miró con una sonrisa cansada y le dedicaron una mirada de amor al niño.
—Hugo, como su hermana mayor quería —contestó Ronald—. Mucho mejor que su segunda opción: Cornelio.
El recién nacido, Hugo Weasley, por fin paró de llorar, pero seguía removiéndose y el doctor aplicó un poco más de pomada en su zona adolorida. La fecha de su nacimiento sobresalía sin ninguna dificultad.
La primera marca que tenía. La primera de muchas.
💎💎💎
Sé que el primer capítulo es medio soso, pero les prometo que los próximos capítulos serán mejores.
¿Cuál sería su marca de nacimiento? La mía sería XXXI III MMIII.
Besos 💕
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Recuerdos en la piel
FanfictionHISTORIA GANADORA DE LOS WATTYS 2019 Se dice que todos los magos al morir tienen al menos veinte fechas tatuadas en su cuerpo. Pero Hugo fue la excepción a la regla teniendo únicamente doce marcas de recuerdos en la piel.