segunda marca

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1 de septiembre de 2019

Sintiendo los ojos de sus padres sobre él, Hugo atravesó la barrera que separaba el mundo muggle del mágico e ingresó al Andén 9 y ¾, sintiéndose irritado

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Sintiendo los ojos de sus padres sobre él, Hugo atravesó la barrera que separaba el mundo muggle del mágico e ingresó al Andén 9 y ¾, sintiéndose irritado. Hugo era consciente de que sus padres estaban ligeramente decepcionados porque en su cuerpo había una sola fecha: la del día de su nacimiento, que en realidad no era tan especial. Todo el mundo tenía en su piel la fecha del día en el que nació.

El problema era que Hugo no se emocionaba con mucho, no creía que todo lo que sucedía en su vida fuera sumamente importante para que la fecha de aquel día quedara marcada en alguna zona de su cuerpo como recordatorio de lo que sucedió. En definitiva, no iba a ser como su prima Roxanne, que tenía en el tobillo en números romanos el día que aprendió a hacer galletas de chocolate. Hugo lo consideraba ridículo, si iba a pasar por el gran dolor que provocaba que su piel se marcara, sería para una ocasión importante, no por sus primeros pasos, no por su primera Navidad, no por aprender a cocinar galletas de chocolate.

Pero sus padres no parecían entenderlo. Para cuando Rose, su hermana mayor, tenía once años, ya tenía siete fechas en su cuerpo, y ahora con trece años, se le habían sumado tres más; Hugo sabía que una era por su primer beso, algo que él no podía dejar de considerar estúpido. Hugo tenía once años y nomas poseía una fecha no tan interesante. Sus padres (y toda su familia, para qué mentir) habían estado esperando que aquel día apareciera otra marca en Hugo, ya que era primero de septiembre, y según su padre "cualquier niño británico tenía la fecha del día que empezaba Hogwarts". Él la tenía, su madre la tenía, Rose, sus tíos, sus primos, sus padrinos y todas las personas que Hugo conocía la tenían.

Sin embargo, eran las once menos cuarto de la mañana y Hugo seguía sin tener la fecha de ese día en su piel.

—¡Mira, mira, tío Ron, tía Hermione! ¡Rose, Hugo, miren! —exclamó Lily, la hija menor del matrimonio Potter, cuando los Granger-Weasley se acercaron a ellos.

Hugo, tirando de su carrito con sus materiales para el colegio, observó como su prima movía el cuello de su remera para mostrar su clavícula, donde la fecha de ese día sobresalía contra su piel blanca en números romanos. Sus padres la felicitaron de inmediato, Rose le sacudió el cabello y Hugo lo mejor que hizo fue contenerse para no rodar los ojos.

—Ya es su sexta marca —informó tía Ginny, con voz orgullosa—. Sucedió hoy, durante el desayuno.

Lily asintió febrilmente, con una sonrisa emocionada.

—¿Y qué tal tú, Hugo? —preguntó su tío Harry—. ¿Te salió alguna marca?

—No —contestó escueto.

Recuerdos en la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora