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6 de diciembre de 2038

El árbol de Navidad le parecía una mala broma de la vida

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El árbol de Navidad le parecía una mala broma de la vida. La celebración se relacionaba a la felicidad, el amor, la familia, y en ese momento para Hugo aquellas palabras no le sonaban correctas. Se suponía que ese día debía ser lleno de dicha para él, pero miraba un árbol de Navidad con molestia y le asustaba pensar en el mañana.

Hugo estaba cansado, agotado. Quería ir a su casa y actuar como un niño, encerrarse en su habitación y quedarse bajo las sábanas hasta que la tormenta se marchara. Pero no podía irse y lo mejor que pudo hacer fue ir al baño a llorar en silencio, luego componer una apariencia tranquila antes de salir. Tenía que mostrarse bien frente a su hijo, Lex necesitaba verlo bien, ¿pero cómo podía seguir fingiendo cuando lo más probable era que quedara viudo en unas cuantas horas?

—Siempre odié diciembre —comentó Nathan cuando Hugo se acercó. Ninguno hizo mención de los ojos rojos del otro—. El Solsticio de Invierno me parecía aburrido y no festejábamos la Navidad muggle.

—A Alex le gusta diciembre —murmuró Hugo. Tenía la voz ronca—. Incluso aprendió a querer Navidad.

—A Madre casi le da algo cuando quiso armar un árbol de Navidad en vez de uno de Yule  —dijo Nathan, sonriendo con cierta tristeza.

Hugo clavó su vista en su hijo, ya de cinco años, y bajó la cabeza para evitar que alguien viera las lágrimas en sus ojos. La expresión vacía de Lex lo llenaba de tristeza. Emma, la hija de Daniel, le tomaba de la mano y su abuela Pansy lo abrazaba por los hombros. Hugo se preguntó en qué estaba pensando su hijo, tal vez si su madre viviría para el año nuevo.

Hubo complicaciones a la hora de embarazarse, sí. También hubo problemas menores durante el embarazo de Lex. Pero no le dieron mucha importancia, no luego de tener a su bebé en brazos. Desde el momento en el que Lex había cumplido los tres años, habían buscado otro hijo, siendo bendecidos un año después con un embarazo múltiple. Supieron que tendrían dos niña. Hugo y Alexandria habían estado tan felices…

Pero el medimago había dicho que el embarazo era de alto riesgo. Alexandria tenía problemas con su aparato reproductor y padecía de anemia, y haber pasado por la depresión -que había vuelto al enterarse que su embarazo era complicado, pero en menor grado-, no ayudaba en la gestación de las bebés.

—Corre un alto riesgo, madame —había dicho el medimago Stuart Vidament, el Jefe de Lady Lisette—. Las bebés pueden causarle severos daños.

—¿Cómo cuáles? —preguntó Hugo. Alexandria no había hablado durante toda la cita médica, miraba por la ventana con una expresión afligida que oprimía el corazón de Hugo. Tenía cuatro meses de embarazo, se habían enterado la semana anterior que tendrían gemelas.

Vidament suspiró y lo miró con compasión. Hugo sabía lo que iba a decirle antes de que abriera la boca, por eso apartó la mirada y apretó la mano de su esposa.

Recuerdos en la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora